sábado, 30 de enero de 2010

Los que se masturban... y los mentirosos

_.Definitivamente existen sólo dos tipos de personas-me decía Gabriela, en mi facultad-los que se masturban y los mentirosos.
Honestamente, en ese momento me quedé pensando, porque, aunque ahora creo que si te animas a probar esas mieles alguna vez, quedas sin duda entre alguno de los dos grupos, para ese momento… creo que 17 años, sí había un grupo para mí… los ilusos que no conocían su cuerpo, pero no me atreví a decir nada y sonreí, como para que pensara que yo era de los que se masturbaban, o de los mentirosos… pero no de un tercer grupo en peligro de extinción…
Antes de llegar con más ímpetu al tema… creo que es importante que resalte un poco el ambiente de la escuela… la uni. Estuve en una secundaria y una prepa bastante fresas, que si bien eran oficiales (sin contar la primera secundaria), estaban en una zona bastante tranquila, y así eran las familias de los alumnos, y a su vez los alumnos. No faltaban conocidos que tomaran o quién viviera la vida loca, pero eran las excepciones, ni siquiera los considerábamos parte del grupo. En la prepa todos mis amigos y las pocas amigas, eran niños de casa, que salían a fiestas en pocas ocasiones, y que no tenían ningún vicio, las chicas no eran novieras y los chicos tampoco, y todos estábamos tan adentrados en las actividades extra curriculares, que eso de andar con alguien, no era un tema que nos quitara el sueño. Tal vez en ocasiones hubiera algún chismecillo de besos pero era todo, porque nos gustaba más jugar, y estar todos juntos. Sin embargo, la universidad fue completamente diferente. Entré a la única facultad del país que en aquel año pedía examen obligatorio de SIDA y de adicciones… así que con ese simple hecho pueden hacerse una idea de lo descarriada que era. No era raro ver gente tomando cerveza dentro de la facultad, fumando tabaco, mariguana y hash dentro de los salones, encontrar baños cerrados con grititos dentro de alguna chica (y si te ponías muy listo podías ver cómo se adelantaba una pareja para atracar puertas), pequeños traficantes de coca y otras cosas que siempre se daban sus vueltas con ciertos conocidos del salón de clases, y gente que hablaba a diestra y siniestra de su vida sexual… tal vez algunos alardeaban, pero en general parecía que todo era verdad.
Mi grupo de amigas rápidamente se convirtió en Gabriela, Lena y María, en el que Lena y Gabriela eran más de dos años mayores que yo, y María, que era un año más joven, llevaba más de tres años con su novio. Así pues, la que pronto se volvió la inexperta en temas de sexo era yo. María sólo había estado con su novio, y era muy discreta, pero Lena y Gabriela, me contaban todas las cosas que habían hecho y deshecho para sus 20 y 23 años (y no eran ni remotamente las únicas de la clase que eran así)… y recuerdo la cara de sorpresa (gritando) de Lena cuando preguntó por primera vez “¿¡Eres virgen!?”, casi de desmayaba, por consiguiente, también yo. Así que, por primera vez en mi vida, me sentí extraña… como la única (y última) virgen del planeta, y ser virgen se convirtió en la excepción, y no la regla, a diferencia de la prepa.
No es que estuviera mal, pero aceptar ser virgen se convirtió en algo cada vez más difícil y más incómodo… en especial por reacciones como las de Lena… y más cuando llegaban a presumir lo que habían hecho en el fin de semana, o en una escapada entre clases en no-sé-qué-parte de la universidad.
En menos de seis meses de conocernos, Lena había tenido más de 4 aventuras, y aunque ahora me es imposible tomar partido o juzgar, en este momento, para mí eso sonaba como un número digno de récord.
Bien pues… empecé a salir con un chico, que no era de la escuela, y no estaba nada mal. Y de nuevo los fajes se abrieron paso. Él conocía bastante bien mis curvas (que cada vez tomaban más forma, así como mis músculos se torneaban cada vez más, porque para esa época, yo era –tal vez por el trauma de la prepa- una adicta al ejercicio y como mínimo, hacía 4 horas diarias), yo no tanto las de él, pero me defendía cada vez mejor.
El asunto es que si bien, no éramos novios, nos veíamos regularmente y por lo mismo, el contacto era cada vez más fuerte y más cercano, y yo cada vez reconocía mejor que me excitaba… aunque la excitación como tal todavía me daba un poco de miedo… tal vez porque no sabía culminarla ni manejarla, y fuera de ser placentera era una sensación un poco extraña.
El hombre en cuestión me gustaba mucho, era unos añitos mayor que yo… en aquella época él debe haber tenido 24, pero asombrosamente, pese a la diferencia de edad (y de experiencia), no me presionaba en lo más mínimo. Las cosas se iban dando, bastante bien y bastante cómodas para mí (ahora creo que para él no tanto y sólo evitaba que yo fuera a salir corriendo).
Un día, después de un domingo completo de estar juntos, en el que obviamente no pasó nada (y por “nada”, hablo de relaciones), regresé a casa a platicar por teléfono con Gabriela. Tal vez recuerden que por ahí del 98 aún no había celulares para la clase media, así que los chismes esperaban a la noche, en la que los amigos estuvieran en casa, para hablar un rato.
Después de un rato, él salió a tema… a dónde fuimos, qué hicimos, etc., porque con mi inexperiencia, mis pocas aventuras al respecto la mataban (y a las otras chicas) de curiosidad. Sus preguntas eran muy indiscretas para mis costumbres.

_. ¿Besa bien?
_. Sí.
_. ¿Se la agarraste? (Ella fue la que me aconsejó “agarrársela”)
_. …Sí...
_. ¿Está bien dotado?
_. …No sé…
_. ¡Flaca! ¿Cómo que no sabes?
_. ¡Pues es que no sé!
_. ¿Cuántos centímetros le echas?
_. ¡Gabriela! te juro que no sé.
Después vino un “Ash”, que sustituía un “Qué aburrida”, y cambiamos de tema, pero me aplaudió mi gran paso delante de “agarrársela”. Yo no sabía si hacer eso me había agradado o no, pero a él parecía no haberle disgustado, aunque no dijo gran cosa.
Así pues, Gabriela se inclinó a preguntarme cosas de si me gustaba lo que él me hacía, que si me tocaba los senos, las pompas, que si me metía los dedos y no sé qué tanto… le dije que todavía no tanto como lo último.
_. ¿Pero te gusta lo que te hace?
_. Sí, creo que sí.
_. Menos mal que sí. Es que si sabes qué te gusta es más fácil. Yo no puedo creer que haya mujeres que a los 18 años nunca se hayan tocado a ellas mismas. ¿Cómo van a saber lo que les gusta si no se conocen primero?
_. (Silencio incómodo)
_. ¿Flaca?
_. …Erm…
_. ¿Flaca?
_. (De nuevo silencio incómodo)
_. (Después de quedarse pensando) ¿¡Nunca te has masturbado!? (con un tono de sorpresa casi burlón y que se pudo oír hasta la frontera)
_. (Muy digna, después de recuperar el habla) …No…
Se debe haber tardado como cinco minutos en reaccionar con mi respuesta porque la siguiente parte de la conversación fue para volver a preguntar lo mismo como diez veces; por qué, como otras treinta; y decir “no mames” como ochenta. Después mi pena se convirtió en molestia y luego en un “no me estés chingando”. Con eso se calmó o al menos lo disimuló… y ya me preguntó lo mismo pero en un tono mucho más amistoso.
_. Flaca… si eventualmente te acuestas con este cuate, no vas a disfrutar la cama como se debe si no sabes lo que te gusta. Tienes que darte un chance primero para conocerte a ti misma. Además no me vayas a venir con pretextos pendejos, porque tú sabes que es hasta sano hacerlo.
_. Okei… igual me daba miedo conocerme.
_. Pues, yo creo.
_. Pero ¿cómo le hago?
_. (Suspiró y se dijo algo para ella misma) Voy a enseñar a una amiga a masturbarse… (Y me dijo a mí) Después de bañarte, enciérrate donde nadie te moleste. Respira hondo y piensa cómo te gustaría que te acariciara este chavo… que tu mano es su mano… toca todo tu cuerpo, despacio, y vas a ver cómo después de un rato de explorarte… tienes un orgasmo, tienes que tener paciencia, ir reconociendo, ir viendo qué te gusta más de lo que te haces. Sin prisa.
_. (Duda) ¿Cómo reconozco un orgasmo?
_. Vas a reconocerlo, eso es un hecho.
Colgamos… y esa noche… muy resignada me fui a hacer mi “tarea”. Y no, no tuve un orgasmo, pero me atreví a tocar, masajear y explorar partes de mí, que al tacto no conocía. Eso se sintió bien. No me sentí culpable y eso estuvo también bien porque no hay por qué sentir culpa, pero hago éste hincapié porque alguna vez alguien sí ha demostrado sentirse menos o “pecador” por hacerlo. Tal vez la tensión de saber si lo estaba haciendo bien me impedía llegar al clímax… tal vez era el hecho de no conocer esas sensaciones, pero me gustó. Y habrán sido dos o tres días de práctica… pero al final ¡ocurrió!
Y ésta parte va para las chicas: lo mejor que puede pasarte es que tu primer orgasmo te lo regales tú misma, porque es más difícil que confundas el placer físico que puedes tener con tu cuerpo, si estás con alguien más, dándole crédito a alguien por algo que está puramente en ti, y el primer orgasmo es tan extrañamente intenso, que si se lo adjudicas a alguien más, no sería difícil confundir sentimientos con sensaciones.
Con esta pequeña experiencia que al principio me hizo entrar en el grupo de los mentirosos, como era de esperarse, y luego en el grupo de los que se masturban, me di cuenta de que no hay fórmulas exactas, puedes tener miles de orgasmos distintos, de distintas maneras, acariciar distintas zonas, jugar con los dedos, con la presión, y no sólo en los órganos sexuales, sino también dándole importancia a otras zonas de tu cuerpo… además es un acto de amor a ti mismo si lo ves como un cariñito que tú te estás haciendo. Y sí… si en efecto te conoces… el saber lo que te puede esperar con alguien más (agregando el condimento de la química, la atracción física y en ocasiones de los sentimientos) es increíble.
Después de ese día… vi que Gabriela en verdad tenía razón en cuanto a los que se masturban y los mentirosos, y años después, tuve exactamente la misma conversación con una amiga, más joven que yo…

Ventajas de masturbarse:
-. Cada orgasmo es bueno para el corazón
-. Permite conocer tu cuerpo más a fondo
-. No necesitas pareja para disfrutar del sexo
-. No hay riesgos de embarazos no deseados ni enfermedades de transmisión sexual
-. Alivia tensión
-. Quema calorías (¡sí!)
-. Fortalece los músculos de los muslos, pelvis y a veces hasta abdomen
-. El orgasmo genera muchísimas endorfinas y serotonina, así que te pones de buen humor, y los orgasmos tienen miles de funciones benignas para el cuerpo

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martes, 26 de enero de 2010

La primera propuesta "indecorosa"

Creo que el título de esta entrada lo dice todo. No hay mucho preámbulo para llegar al qué pasó, cómo pasó y a mi decisión, pero de todos modos, creo que ésta, como todas mis “fábulas”, si así quieren verlas, tiene su moraleja, o enseñanza, o algo que de menos nos deja pensando.
Tenía 17 años, ya había habido más fajes (como dije en la entrada anterior lo difícil es perder el miedo), iba en cierta facultad de la Ciudad de México, y había salido relativamente airosa de la prepa.
Siempre he odiado los centros comerciales, pero de pronto me doy alguna vuelta cuando voy en concreto por algún color específico de labial, una versión particular de un disco, o esas cosas que tal vez encuentres “chachareando”, pero después de mucho tiempo. Y voy directamente a lo que voy y me regreso… no quiero exagerar pero tanta invasión gabacha, que incluye comida rápida (que tampoco tolero porque sabe a trapo), aparadores que poca gente puede costear, niñas jugando a ser alguien que nos son comprándose ropa para vestirse como “en la tele”, y cosa tras cosa que sólo fomenta el materialismo e inhibe la capacidad de pensar, me pone de malas. Bien pues, para terminar con mi tortura, voy, compro lo que necesito y salgo apresurada. Y así fue en esa tarde.
No me dejaron manejar hasta por ahí de los 20 años, así que estaba esperando pacientemente mi micro para volver a casa, cuando un chico bastante guapo se acercó a mí, tenía una cámara en la mano. Evidentemente volteé atrás de mí para ver si había alguna confusión, pero no, sí venía hacia mí. Quedó frente a mí y me preguntó que si podía hacerme una entrevista para no-sé-qué-cosa de su universidad, sobre teatro, me enseñó su credencial. Bien pues, era mi tema fuerte, dije que sí, nos alejamos de la parada del autobús y nos sentamos afuera del centro comercial. La entrevista originalmente duraría unos diez minutos, pero terminó siendo de más de media hora… me permitió explayarme, era justamente lo que yo estaba estudiando. No tenía afán de impresionarlo ni mucho menos, simplemente me apasioné con el tema, y a él pareció agradarle mi entusiasmo. Al final, evidentemente nos pusimos a platicar con los típicos “¿cómo te llamas? ¿por dónde vives? ¿qué hobbies tienes? ¿cuántos años tienes?”, etc. Si mal no recuerdo, él me llevaba alrededor de 5 años, así que debía tener unos 23, estudiaba algo relacionado con la comunicación y le gustaba la música alternativa, que no era mi fuerte, pero también me gustaba. Como hubo ciertas afinidades, la conversación se alargó más y más y nos terminamos besando. Y haciendo alusión a la entrada pasada, él sí me gustó, sí sentí un calorcito en las mejillas y en la entrepierna que ya empezaba a conocer, y lo más importante: reconocer. La tarde se fue volando.
Los besos subieron de tono, pero yo tenía que llegar a mi casa, así que me despedí. Antes de irme me detuvo jalándome ligeramente de la mano y me dijo ya cuando estábamos muy cerca que quería hacer el amor conmigo. La idea me causó alguna sensación extraña. No me disgustó, pero si recordamos la parte de los príncipes, también el cómo lo dijo me pareció muy frío… muy extraño. No sabía si quería decir que sí o que no. Esa es la verdad. Necesitaba probar eso del sexo eventualmente, y eso yo lo tenía bien claro, él me gustaba… pero la idea de hacer el amor, si así se le puede llamar con alguien que a lo máximo llevaba cinco horas conociendo me parecía completamente anti-romántica. ¿Qué pasaría si me clavaba con él? ¿Si me enamoraba? Mente cursi de teenager. Además por cosas que habíamos platicado antes de su propuesta, él estaba siendo muy claro en que sólo era sexo. Siempre había creído que mi primera vez sería con un gran amor, con suerte el único gran amor de mi vida, o de menos alguien de quien estuviera “enamorada”, y de pronto la vida me mostraba otra opción.
Me quedé un momento pensativa… y me preguntó “¿qué te parece?”. Bueno, pues, como no quería quedar como una estúpida y responder alguna incoherencia que después no pudiera remediar… tomé aire y le dije “La idea me gusta, pero soy virgen, no sé si sepa manejarlo”. Abrió mucho los ojos… parecía que por mis besos él no hubiera pensado eso en un principio, luego, me miró de nuevo para comprobar que efectivamente yo decía la verdad. Descansé cuando reaccionó relativamente bien ante mi sinceridad.
_.Yo no tengo ningún problema en que seas virgen.
_. Pero yo sí porque para mí es algo nuevo.
_. ¿Pero tú quieres?
_. Creo que sí… pero tengo que pensarlo.
_. Está bien… me parece justo. Piénsalo y te llamo en la semana.
Así fue… cerramos el acuerdo de la llamada con otro beso bastante apasionado, y tomé el micro para llegar como tres horas después de lo que había dicho a casa, pero aún a buena hora. La idea me daba vueltas en la cabeza y me siguió dando toda la semana.
El lunes llegué a la facultad… y en una hora libre, las otras chicas y yo nos sentamos a platicar, de lo que platican todas las mujeres en sus ratos libres, ni modo, así es: hombres y sexo… a caso el chisme de otra mujer que no les caiga muy en gracia, pero al final, relacionada con algún hombre. Así que si la novia les dice “de maquillaje, de zapatos”, pueden salir al tema, pero aunque mi integridad física corra riesgo, en general no es así.
Llevaba meses sin contar nada interesante, y cuando de pronto solté eso… pensé que me iban a decir que cómo así… pero el resultado fue completamente diferente. Las dos eran mayores que yo, ya tenían mucha experiencia sexual (más de diez compañeros cada una), y eran sumamente abiertas. Terminé mi relato diciendo que no sabía qué hacer, y Lena preguntó:
_. ¿Por qué?
_. Pues ¿cómo que así nada más? Puro sexo.
_. ¿El wey te gusta?
_. Pues sí…
_. Entonces ¿qué tiene? Tengo una amiga que prefirió que su primera vez fuera así, con un desconocido.
De nuevo me quedé pensando. Lo dijo con tanta facilidad que de nuevo me salí de tierra por un momento.
_. Pero ¿por qué?-pregunté bastante consternada.
_. Pues para no clavarse, para que si hacía el ridículo el güey no se la acabara después con eso, para poder explayarse a gusto. No sé, mil cosas.
_. Pero no está chido que me vaya a clavar. Él sólo quiere acostarse.
_. ¿Clavarse por un acostón? Esas son mamadas.-terminó contundente.
Y Gabriela la apoyó en eso.
Honestamente nunca me había puesto a pensar eso en detenimiento. Nunca me había clavado con nadie con los besos y con los fajes… pero hacer el amor, tener relaciones, se oía tan diferente… tan romántico… tan íntimo. De pronto me pareció que tal vez sí era mucha ingenuidad de mi parte pensar que el sexo como tal puede enamorarte. Pero por otro lado, el no tener punto de comparación me causaba cierta incomodidad, porque ¿qué tal si eso sí pasaba? ¿Qué tal que después de entregar tu cuerpo a alguien te rompan el corazón?
Bien pues, el chico en cuestión sí me habló, le dije que la verdad los sentía, que no me sentía preparada, que tal vez con un poco más de tiempo. Me llamó un par de veces más pero al final, mi no fue rotundo sin llegar a ser grosero, así que tampoco insistió más.
Y la cuestión… que se resolverá muchas entradas adelante, de si es posible para las mujeres separar el sexo de los sentimientos… quedó pendiente, por mucho tiempo… por otro lado, esa apenas sería la primera de muchas propuestas que tarde o temprano te das cuenta de que son bastante frecuentes.

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