Tenía 17 años, ya había habido más fajes (como dije en la entrada anterior lo difícil es perder el miedo), iba en cierta facultad de la Ciudad de México, y había salido relativamente airosa de la prepa.
Siempre he odiado los centros comerciales, pero de pronto me doy alguna vuelta cuando voy en concreto por algún color específico de labial, una versión particular de un disco, o esas cosas que tal vez encuentres “chachareando”, pero después de mucho tiempo. Y voy directamente a lo que voy y me regreso… no quiero exagerar pero tanta invasión gabacha, que incluye comida rápida (que tampoco tolero porque sabe a trapo), aparadores que poca gente puede costear, niñas jugando a ser alguien que nos son comprándose ropa para vestirse como “en la tele”, y cosa tras cosa que sólo fomenta el materialismo e inhibe la capacidad de pensar, me pone de malas. Bien pues, para terminar con mi tortura, voy, compro lo que necesito y salgo apresurada. Y así fue en esa tarde.
No me dejaron manejar hasta por ahí de los 20 años, así que estaba esperando pacientemente mi micro para volver a casa, cuando un chico bastante guapo se acercó a mí, tenía una cámara en la mano. Evidentemente volteé atrás de mí para ver si había alguna confusión, pero no, sí venía hacia mí. Quedó frente a mí y me preguntó que si podía hacerme una entrevista para no-sé-qué-cosa de su universidad, sobre teatro, me enseñó su credencial. Bien pues, era mi tema fuerte, dije que sí, nos alejamos de la parada del autobús y nos sentamos afuera del centro comercial. La entrevista originalmente duraría unos diez minutos, pero terminó siendo de más de media hora… me permitió explayarme, era justamente lo que yo estaba estudiando. No tenía afán de impresionarlo ni mucho menos, simplemente me apasioné con el tema, y a él pareció agradarle mi entusiasmo. Al final, evidentemente nos pusimos a platicar con los típicos “¿cómo te llamas? ¿por dónde vives? ¿qué hobbies tienes? ¿cuántos años tienes?”, etc. Si mal no recuerdo, él me llevaba alrededor de 5 años, así que debía tener unos 23, estudiaba algo relacionado con la comunicación y le gustaba la música alternativa, que no era mi fuerte, pero también me gustaba. Como hubo ciertas afinidades, la conversación se alargó más y más y nos terminamos besando. Y haciendo alusión a la entrada pasada, él sí me gustó, sí sentí un calorcito en las mejillas y en la entrepierna que ya empezaba a conocer, y lo más importante: reconocer. La tarde se fue volando.
Los besos subieron de tono, pero yo tenía que llegar a mi casa, así que me despedí. Antes de irme me detuvo jalándome ligeramente de la mano y me dijo ya cuando estábamos muy cerca que quería hacer el amor conmigo. La idea me causó alguna sensación extraña. No me disgustó, pero si recordamos la parte de los príncipes, también el cómo lo dijo me pareció muy frío… muy extraño. No sabía si quería decir que sí o que no. Esa es la verdad. Necesitaba probar eso del sexo eventualmente, y eso yo lo tenía bien claro, él me gustaba… pero la idea de hacer el amor, si así se le puede llamar con alguien que a lo máximo llevaba cinco horas conociendo me parecía completamente anti-romántica. ¿Qué pasaría si me clavaba con él? ¿Si me enamoraba? Mente cursi de teenager. Además por cosas que habíamos platicado antes de su propuesta, él estaba siendo muy claro en que sólo era sexo. Siempre había creído que mi primera vez sería con un gran amor, con suerte el único gran amor de mi vida, o de menos alguien de quien estuviera “enamorada”, y de pronto la vida me mostraba otra opción.
Me quedé un momento pensativa… y me preguntó “¿qué te parece?”. Bueno, pues, como no quería quedar como una estúpida y responder alguna incoherencia que después no pudiera remediar… tomé aire y le dije “La idea me gusta, pero soy virgen, no sé si sepa manejarlo”. Abrió mucho los ojos… parecía que por mis besos él no hubiera pensado eso en un principio, luego, me miró de nuevo para comprobar que efectivamente yo decía la verdad. Descansé cuando reaccionó relativamente bien ante mi sinceridad.
_.Yo no tengo ningún problema en que seas virgen.
_. Pero yo sí porque para mí es algo nuevo.
_. ¿Pero tú quieres?
_. Creo que sí… pero tengo que pensarlo.
_. Está bien… me parece justo. Piénsalo y te llamo en la semana.
Así fue… cerramos el acuerdo de la llamada con otro beso bastante apasionado, y tomé el micro para llegar como tres horas después de lo que había dicho a casa, pero aún a buena hora. La idea me daba vueltas en la cabeza y me siguió dando toda la semana.
El lunes llegué a la facultad… y en una hora libre, las otras chicas y yo nos sentamos a platicar, de lo que platican todas las mujeres en sus ratos libres, ni modo, así es: hombres y sexo… a caso el chisme de otra mujer que no les caiga muy en gracia, pero al final, relacionada con algún hombre. Así que si la novia les dice “de maquillaje, de zapatos”, pueden salir al tema, pero aunque mi integridad física corra riesgo, en general no es así.
Llevaba meses sin contar nada interesante, y cuando de pronto solté eso… pensé que me iban a decir que cómo así… pero el resultado fue completamente diferente. Las dos eran mayores que yo, ya tenían mucha experiencia sexual (más de diez compañeros cada una), y eran sumamente abiertas. Terminé mi relato diciendo que no sabía qué hacer, y Lena preguntó:
_. ¿Por qué?
_. Pues ¿cómo que así nada más? Puro sexo.
_. ¿El wey te gusta?
_. Pues sí…
_. Entonces ¿qué tiene? Tengo una amiga que prefirió que su primera vez fuera así, con un desconocido.
De nuevo me quedé pensando. Lo dijo con tanta facilidad que de nuevo me salí de tierra por un momento.
_. Pero ¿por qué?-pregunté bastante consternada.
_. Pues para no clavarse, para que si hacía el ridículo el güey no se la acabara después con eso, para poder explayarse a gusto. No sé, mil cosas.
_. Pero no está chido que me vaya a clavar. Él sólo quiere acostarse.
_. ¿Clavarse por un acostón? Esas son mamadas.-terminó contundente.
Y Gabriela la apoyó en eso.
Honestamente nunca me había puesto a pensar eso en detenimiento. Nunca me había clavado con nadie con los besos y con los fajes… pero hacer el amor, tener relaciones, se oía tan diferente… tan romántico… tan íntimo. De pronto me pareció que tal vez sí era mucha ingenuidad de mi parte pensar que el sexo como tal puede enamorarte. Pero por otro lado, el no tener punto de comparación me causaba cierta incomodidad, porque ¿qué tal si eso sí pasaba? ¿Qué tal que después de entregar tu cuerpo a alguien te rompan el corazón?
Bien pues, el chico en cuestión sí me habló, le dije que la verdad los sentía, que no me sentía preparada, que tal vez con un poco más de tiempo. Me llamó un par de veces más pero al final, mi no fue rotundo sin llegar a ser grosero, así que tampoco insistió más.
Y la cuestión… que se resolverá muchas entradas adelante, de si es posible para las mujeres separar el sexo de los sentimientos… quedó pendiente, por mucho tiempo… por otro lado, esa apenas sería la primera de muchas propuestas que tarde o temprano te das cuenta de que son bastante frecuentes.
Muy buen relato de tu vivencia
ResponderEliminarasí le llamaría. me gusto leerte
tal vez muchas veces uno como hombre
jamas toma en cuenta ciertos puntos
que tocas me gusto en verdad.
Cada día me da mas ganas de leerte
vas muy bien!
felicidades dharia.
Me gusta mucho leer
ResponderEliminartus vivencias así le llamaría yo.
tocas puntos que a uno como hombre se
le pasan de largo me gusta en verdad que si
vas muy bien felicidades.
un besoote!
Sin duda fue algo raro como cuentas, pero es bueno dejar pasar oportunidades, siempre vienen otras propuestas e inclusive mejores.
ResponderEliminarY ya las leerán amiguito
ResponderEliminarMuchas prefieren que sea con un desconocido??
ResponderEliminarDime dónde están las desconocidas!!! A ver si en una de esas salgo!!
Clavarse por un revolcón? No... no suele suceder. Creo que cuando realmente estás clavado con alguien, dejas eso para después... si no, arruinas toda la "magia" demasiado pronto.
Beh... no me creas. Ya sabes que yo soy un negado paar esas cosas.