Digan lo que digan, la autoestima está íntimamente ligada con el sexo. Tal vez no del sexo como tal, pero sí de poder conseguir a la persona que a ti te guste. O de que en su defecto, te convenzan a ti.
El asunto es que si una niña de 15 o 16 años que no es muy agraciada físicamente, además tiene síndrome de hija única (consentida, caprichosa, y por lo mismo, hace un poco complicadas sus relaciones sociales en general), y ésto junto a todos sus deseos de encontrar a un hombre perfecto (con el estándar que esto tiene), pero a la vez con los defectos (y complejos) que ella tiene, dicha misión se vuelve muy difícil.
Ya hablamos de los 16 años en los que había logrado alcanzar los 38 kilos de peso (cuatro kilos en mi caso era como si alguien gordo bajara veinte), y que gracias a una amiga de la escuela, había aprendido a medianamente arreglarme… no para embellecerme, pero sí para sacar un poco de partido a mis pocos atributos… que creo yo que eran el cabello, los ojos, la cintura y la piel, y a dejar de ocultar mi femineidad… aún estaba en pasos accidentados y lejanos de mi primer novio o relación sexual (o ambas, porque no siempre van de la mano).
Para esta edad… después del “trauma” de inicio de la preparatoria, incluyendo algunos apodos que no pienso repetir aquí, ya era una experta… no me daba miedo caminar por la escuela, hasta las lejanas canchas, ni tampoco juntarme en su mayoría con chicos (porque inclusive desde esa edad, para qué hacerme pato, nunca le he caído bien a las mujeres), y después de algunos besos con el príncipe, que provocó que en efecto creyera que alguien que no midiera medio metro y fuera de Plutón pudiera fijarse en mí, al menos mi semblante había cambiado. Caminaba derecha, sonreía cuando alguien me miraba, y me costaba menos trabajo hacer amigos. Entre ellos Fernando y Daniel. Los dos en actividades extracurriculares como yo, que eran perfectas para que coincidiéramos y después nos fuéramos a comer papas, a tirarnos como lagartijas al sol, o a pasar el rato hablando de tonterías. Uno, con hermosos ojos azules… y el otro, el más popular de la escuela, alto, escultural, con mirada de niño travieso, que con una mirada, tenía de cabeza a todas las niñas. Con el primero… había un problema… mis amigos podían darse cuenta de que me gustaba y mi “seguridad” no daba tanto aún como para aguantar chismes… con el otro, el problema precisamente era que toda la escuela estaba de cabeza por él… volar muy alto. Así que me resigné a que sólo sería amiga de los dos. Amiga, pero con esos ojitos azules, o con los abrazos jugando del otro, pues nadie podía quejarse, y seguía siendo la envidia de más de una.
Resultó que con el primero, la inseguridad me ganó y antes de que se notara que me ponía a tartamudear en su presencia, decidí distanciarme lo suficiente como para controlar mi estúpido lenguaje corporal, y con el segundo, una pelea estúpida fue la que se encargó de separarnos.
El tiempo pasó, los dos dejaron de traerme como estúpida, y me reincorporé a sus vidas, de nuevo, como amiga. Ya cuando pude controlar mi risa infundada, el color rojo de mis mejillas y las manos sudorosas, pude de nuevo platicar con Fernando… meses después de que (aunque me esforcé en ocultarlo) fuera comidilla que “nos” gustábamos.
Un día nos encontrábamos esperando a que salieran otros amigos de clase para ir a no-sé-dónde, y la plática llevó a cómo nos conocimos, y a cómo comenzamos a tratarnos… de pronto, después de intercambiar algunas oraciones, se quedó pensativo y mirando al aire dijo algo que necesito transcribir “Me acuerdo cómo hacías perfecto lo que la maestra te pedía… tu memoria, cómo te gustaba la actividad extracurricular y siempre llegabas de buen humor… me deslumbraste, pero como pensé que yo nunca te gustaría, mejor me alejé”. Sobra decir que me quedé completamente muda, que no supe qué decir y que tuve sentimientos encontrados… entre que por aquellas fechas él me traía a mí exactamente igual, y que era la primera vez en mi vida que alguien me decía algo medianamente parecido… no dije nada, y salieron los amigos que esperábamos.
Poco después, Daniel se hizo amigo de Alejandra, una de mis mejores amigas, y ahora ellos eran los que andaban de uña y mugre por toda la escuela. Un día llegó Alejandra muy seria para decirme que tenía un “chismesote”. El chisme fue tan relevante que de nuevo me atrevo a transcribirlo: “¿Te acuerdas que Daniel y tú se la pasaban juntos todo el día, en los talleres, en las canchas y comiendo? ¿Ves el día que se pelearon porque creíste que no te estaba diciendo la verdad sobre… ? Ese día él te iba a pedir que fueras su novia… me lo acaba de contar”. La sorpresa con él fue mucho más grande que con Fernando, que a fin de cuentas, aunque tenía los ojitos azules era “más normal”. ¡Daniel era el más guapo y sexy de toda la escuela! No acababa de creerlo, no por ella, sino por mí. La fuente era confiable y súbitamente entendí por qué su molestia exagerada cuando discutimos. Evidentemente me dolió mucho que por algo estúpido eso no ocurriera pero por otro lado la gran interrogante estaba en mi cabeza: ¿Yooooooooooooo? Más sabiendo que había niñas en verdad lindas que se morían por él. Lindas, femeninas, con curvas, buenas (hablando del cuerpo) y que podía tener de novia a quien se le viniera en gana.
Llegué enojada a casa ese día pensando cómo perdí esa oportunidad (de la que yo no había sabido nada hasta ese día), pero después de meses de pegarle a las almohadas, me cayó un veinte muy importante… a los dos les gusté por ser yo. Por no andar preocupándome por cómo me veía o lo que decía frente a ellos, ni de si mi personalidad era muy freak o no… Tal vez mi resignación a que nunca me harían caso me hizo mostrarme sin tapujos, me permitió escucharlos y acercarme a ellos.
El caso con ellos es que no fue que no fuera femenina o estuviera buena… sino que la idea de ser amiga suya me hizo acercarme a ellos con tranquilidad, sin deseos de impresionar o de quedar bien, y eso permitió que todo fluyera de manera natural. Que se dieran el tiempo de conocerme, así como yo me di el tiempo de conocerlos.
Así que bueno… resultó que al final… uno (hombre o mujer) sí puede tener a la persona que quiera, aunque en mi caso esto no haya aplicado del todo. Y cuando te das cuenta… y tienes menos miedo de mostrarte como eres, y te atreves a hacer a un lado tus inseguridades, algo pasa, pero la gente voltea a verte, se pregunta quién eres, qué te gusta, por qué caminas como lo haces, así peses 38 kilos, tengas un satélite en la boca y te guste música que poca gente escucha. Y cuando te das cuenta de todo el potencial que tienes dentro… también se va asomando tu sex appeal… eres capaz de besar, de ser besado, de sentirte bien haciéndolo… y de fomentar que te toquen… tal vez apenas un hombro, la cintura, el cabello, pero éstos son igual, los primeros pasos para el contacto físico un poco más “agresivo”, tal vez un faje (peeting) o relaciones sexuales. Y entre menos te da miedo recibir esos cariñitos, caricias, apapachos, es más fácil que lo que sigue venga naturalmente.
Por ende, mientras más seguro esté uno de sí mismo y de lo que puede conseguir, lo demás va cayendo por su propio peso… y desde ese momento, comencé a confiar un poco más en mi potencial, y en que en efecto podía ser que tal vez, yo tuviera “algo”.
Esta entrada no es meramente sexual… pero en verdad, sobre todo para los lectores jóvenes, me pareció un paréntesis importante, para que se den cuenta de que (aunque no se lo crean a sus papás), todo está en la mente, y en la misma mente estará en su momento disfrutar y tener una vida sexual plena... a la que eventualmente iré llegando en este blog.
Mucha felicidades dharia por tan buenas aportaciones me a gustado mucho leerte es muy ligero me gusta mucho gracias por compartir todas las experiencias.Un beso grande :D
ResponderEliminaraqui me tendras leyendo siempre jeje!
BIen ahora que lo explicas me gusta mas
ResponderEliminarMucha suerte
esta padre
Abrazos
Me ha sido muy grato leer esta entrada, aunque no esté totalmente de acuerdo a ella ;)
ResponderEliminarSaludos.
pues, yo pienso que algunas personas son felices porque dependen tanto de una estupida estampa (en la mayoria de los casos) y con ella prentenden ganar, pero si todo fuese a base de estampas, dime quien ha ganado por alguna de ellas? a pesar de ser tan buenas a veces.....
ResponderEliminarque bueno que siempre fuiste tu y al final sigues siendo tu...
Bravo!
ResponderEliminarMe encanto esta entrada y la verdad tienes toda la razón, se te perdona la peripecia por ser adolescente, pero la verdad es que ya siendo ahora una mujer adulta lo ves con otra perspectiva.
Te quiero.
Obviamente ya no pienso como pensaba en ese momento y me alegro de que te des cuenta... pero si es que acaso ya tengo madurez sexual... creo que es importante irme a las raíces para que el cambio de perspectiva pueda ser evidente... :)
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