jueves, 11 de noviembre de 2010

El cuerpo femenino, y la psique en cuanto a la virginidad

Bueno pues... para esta entrada, mi punto de vista no iba a ser suficiente para tratar un tema que es tan complejo como lo es la virginidad a fondo, así que recurrí a muchas chicas, a las que les agradezco haberme tenido tanta confianza.
Y precisamente porque es tan complejo, ésta vez no recurriré al sentido del humor.
Hay muchas teorías, muchas de ellas peleadas, sobre si la mujer debe llegar virgen o no al matrimonio, y por desgracia la mayoría de los puntos de vista, principalmente religioso y moral, condenan a la mujer que no es virgen. Sin embargo, en cuanto a moral, que sería un tema digno de otra entrada, existe la doble moral, porque tarde o temprano (salvo contadísimas excepciones), así como a todas las chicas nos baja, todos, todos, tenemos relaciones sexuales. Les guste o no a los moralistas.
Antes de tratar el tema, quiero recalcar ciertos hechos, que hacen más complicado este tema:
* En el siglo XIX, se consideraba que las mujeres que tenían orgamos, eran víctimas de alguna enfermedad (así como se lee), y que eso NO era lo normal.
* En algunas religiones orientales, se le mutilan los genitales femeninos a las niñas (antes de su período, entre los ocho y los diez años, y en una cirugía casera, SIN anestecia), con el fin de que no sientan placer (si hace falta ser más explícitos: se les remueve el clítoris con un cuchillo), pues, el sexo femenino, está visto única y exclusivamente para cocebir y no para sentir placer.
Para los griegos, en la escala evolutiva la mujer estaba por debajo de los animales: era únicamente una incubadora.
* En Bangla Desh, después de que una niña de 14 años fue encarcelada porque la violaron, cuando salió de la cárcel y llegó a su casa, su hermano le disparó en la cabeza a quemarropa... las cosas empeoran cuando se considera al muchacho, un "bienhechor" porque mantuvo limpio el nombre de su familia.Tan terrible como se lee.
* Desde tiempos distantes, muchas mujeres que han tenido más de un compañero sexual o sexo premarital, han sido acusadas de tener pactos con el diablo, de ser brujas, putas (no existe otra palabra, porque con el significado que se le da en español, "puta", es mucho peor que "prostituta").
*"Puta", a la fecha, como "hijo de puta" es el peor de los insultos que se puede tener en la lengua mexicana (y sí, no hablo estrictamente del español, sino del español en México). "Es una puta", "Maldito hijo de puta"...
*En Afganistán, si una mujer, es librepensadora, en cuanto a su cuerpo y su voluntad, puede ser castigada (físicamente), sin pena legal para el ejecutante, porque sigue siendo menos. Hace no mucho, un hombre, le cortó la nariz y las orejas a su mujer por tratar de escapar de constantes abusos. El desgraciado, sigue en libertad.
*En las religiones poligámicas, está bien que un hombre tenga muchas mujeres, pero está mal que una mujer tenga muchos hombres.
* Y bueno... (no quiero ofender aquí a absolutamente nadie), no conozco un hombre que no se vuelva loco con los senos... de manera, que ellos, aunque sea sin quererlo, sólo con verlos como los ven, los convierten en algo anti-natural... tan anti-natural que la mitad de la población los tiene, así como la otra mitad tiene testículos.
Vámonos a México (casos reales):
*En un pequeño pueblo: una mujer demandaba que quería que el hombre que la violó (textualmente), se casara con ella.
*En otro pequeño pueblo: un hombre que se iba de viaje "al otro lado", le puso un candado (de los que venden en la tlapalería) a su mujer en los labios vaginales, y después de estar en el hospital por la infección, la mujer clamaba airosa que su esposo la cuidaba y que ella usaba el candado con orgullo.
*En los pueblos pequeños está muy mal visto que las mujeres nunca se casen y no tengan hijos (lo he visto, cuando viajo) y lo primero que te preguntan los lugareños es "¿Y tu esposo?" como preguntando "¿tienes dueño o no?", para saber cuáles son sus oportunidades contigo.
*En los pueblos pequeños también, las mujeres jóvenes sueñan por ser "secuestradas" para casarse, y lo consideran romántico y se dejan secuestrar por sus novios. La familia no protestará si después de un fin de semana loco, la muchacha regresa casada.
*En el sur del país, después de una noche de bodas, el pueblo exije que el novio tienda las sábanas ensangrentadas de la noche nupcial a la vista de todos para comprobar que su mujer era virgen.
*Los hombres tienen derecho de regresar a su mujer con su familia, si cuando se casaron, descubren que ella no era virgen.
Y bueno... de la iglesia, mejor ni hablemos. Cuántas veces se ha condenado y de cuántas maneras a María Magdalena...
Si así crecimos... por mucho que el movimiento hippie presumiera orgulloso la libertad sexual... traemos en nuestra herencia muchísima discriminación en cuanto a la plenitud sexual. Triste pero cierto.
Con todos estos datos, es muy difícil, que en nuestra locación en el planeta, y con la religión y la doble moral, las niñas puedan disfrutar plenamente su sexualidad y crecer sin tabúes, aunque las familias sean las más abiertas del mundo.
Por otro lado, la televisión, el cine, las revistas, los medios, están sobresaturados de sexo y en la televisión, sobre todo, los populares (y guapos), tienen una vida sexual envidiable. Entonces aparece la pregunta "¿lo hago o no?" "¿es bueno o no?".
Científicamente, el sexo es bueno, y es saludable... moral y socialmente, en la mayoría de los casos: NO.
Así que, para mis pequeñas lectoras adolescentes... lamento mucho no poder responder su pregunta. No sé si deban tener relaciones sexuales o no, y no puedo ni quiero sugerirles la respuesta, pero lo que puedo hacer, aquí, es mostrar varias caras de la moneda y esperar que ésto les ayude a decidir en su momento.
Y en cuanto a los chicos... el asunto de desvirginar a una chica... no es malo, pero sí es malo hacerlo sin tener claro que debido a todo lo que puse arriba y muchos otros factores familiares, de amistades, escuela, y valores personales, para una chica, en la gran mayoría de los casos, dejar de ser virgen, suele ser una decisión muy complicada, y es por eso que muchas mujeres acaban recordando con rencor a su primer compañero.
La virginidad en el cuerpo no es importante, es sólo un salto, como la primera borrachera, el primer cigarro, o la primera vez que manejamos, pero en nuestra cabeza sí ocurren muchas cosas.
Bueno...
En mi muy humilde opinión, yo no consideraba la virginidad como tal, algo importante, que quisiera mantener y atesorar conmigo, porque estaba conciente de que el sexo, está lleno de misterios, y placeres, que seguramente me encantarían y amarrarían, y que estaba ansiosa de disfrutar. Pero no quería compartir por vez primera, eso que se iría sólo una vez, con alguien con quien yo no me sintiera, si no enamorada, cómoda. Porque en un principio, para algunas chicas tampoco es fácil (y de nuevo por la educación que tuvimos), la idea de que alguien del sexo opuesto, las vea completamente desnudas y les toque todo el cuerpo... porque hasta donde investigué, ninguna sintió que su primera vez fuera un "acto puro" (excepto
la única que llegó virgen al matrimonio).
Así pues, si aunque nos guste, o nos pueda llegar a gustar mucho, solemos relacionarlo con algo impuro, mal visto, que es preferible que se oculte y que nadie más sepa (a excepción tal vez, de nuestra mejor amiga).
Así que, si es algo que no podemos decir a los cuatro vientos, la carga se aminora si nos sentimos completamente cómodas, desnudas a lado de otra persona, y eso con frecuencia, ocurre de manera más fácil si estamos enamoradas, pero por otro lado, solemos confundir el estar enamoradas, cuando nos sentimos tranquilas, o a gusto, desnudas junto a alguien, es por eso que la línea entre sexo y sentimientos (al menos en un principio), es muy delgada.
Entonces, no estaba enamorada (y eso lo tenía bien claro), pero encontré a alguien con quien me sentía cómoda, que me gustaba mucho (aunque para esa edad, no entendía plenamente que el que alguien te guste mucho, va de la mano con que te excites con facilidad al ser tocada o acariciada por esa persona), y no quería seguir postergando los placeres de la vida sexual. Ya no sería virgen, lo había decidido.
Así que... entre una de todas estas chicas, estoy yo, como ellas, con un seudónimo. Si quieren adivinen, si no, simplemente diviértanse leyendo... mi primera vez había llegado.

Cómo perdieron la virginidad distintas chicas:

Yo estaba muy chica, él me llevaba año y medio, habíamos tenido fajes, pero nunca habíamos llegado más lejos. Comencé a considerarlo y en su cumpleaños le dije que estaba lista. Después de un intento fallido, otro día volvimos a intentarlo, con calma. Cuando logró entrar, me dolió pero fue perfectamente soportable... y justo cuando yo comenzaba a disfrutar él terminó.
En tres minutos mi virginidad se había ido. Nunca sentí un orgasmo con él aunque para ese entonces aún no lo sabía. Creía que todos me verían de manera diferente, pero no. Nunca consideré la virginidad importante. Mi mamá siempre fue muy abierta en cuanto al sexo conmigo.
Alicia (tenía 13 años)

Él no sabía que yo era virgen, nunca había salido al tema pero no era algo que me causara inseguridad o me acomplejara, y yo sabía que quería estar con él. Cuando estábamos juntos en la cama, él se dio cuenta porque sangré, y me preguntó si quería continuar y le dije que sí. Sin embargo, después de eso, me dejó de hablar un mes.
Perder la virginidad no me afectó en lo más mínimo, pero no entendí su reacción. El dolor fue soportable.
Lulú (tenía 26 años)

Fue con alguien 30 años mayor que yo... me invitó a su casa a "platicar", yo sabía que existía la posibilidad y era lo que yo quería, pero no lo consideraba un hecho,
él sabía que yo sentía cosas muy fuertes por él, y cuando me preguntó si era virgen, lo negué, pero se dio cuenta rato después porque no podía entrar, yo estaba muy cerrada. Me volvió a preguntar y yo lo seguí negando así que continuó. Dolió normal, no me arrepentí, entiendo que la situación era bastante complicada, pero en cierto modo creo que ya estaba preparada.
Diana (tenía 14 años)

El primer intento fue completamente fallido, porque me tocó alguien que nunca había estado con una virgen. Fue dolorosísimo, y en ese momento me arrepentí, pero días después en que me animé de nuevo, volvimos a intentar. Me sentí como una nueva persona. Tenía muchas ganas de experimentar.
Elisa (tenía 19 años)

Yo no aceptaba ser virgen... había alardeado de estar con chicos y de distintas posiciones cuando en realidad eso nunca había pasado, así que mi chico no tenía idea de la readidad... me dolió mucho aunque traté de discimularlo, pero aunque por el dolor no pude moverme, no sangré... nunca supe si se dio cuenta.
Daniela (tenía 19 años)

Los dos éramos vírgenes, ninguno de los dos tenía idea clara de cómo hacerlo. Yo tenía 18 años, y estaba muy enamorada, él me dedicó mucho tiempo, decoró la habitación, no penetró porque no sabía cómo, y como yo era virgen, no sabia si ya estaba ahi o no, así que aunque nuestros genitales sí se tocaron, no hubo penetración... y pasé 5 años pensando que ya no era virgen, hasta que volví a hacerlo con otro chico. Dolió pero fue perfectamente soportable porque tuvo mucho cuidado. Sangré un poco y fue cuando los dos nos dimos cuenta de que yo aún era virgen, y cuando terminamos, me sentí muy bien de ya no serlo. Era como un nuevo inicio.
Ana (tenía 23 años)

Llegué virgen al matrimonio... no tengo punto de comparación. Me la he pasado muy bien pero no sé si conozco un orgamo.
Aline (tenía 24 años)

Sin planearlo, se dio el momento con mi novio, un día en mi cuarto. Él me pregunto si yo queria, porque le decía que sí pero por los nervios lo empujaba.
Cuando me comenzaba a doler, nos deteníamos, y de poco a poco, lo logramos. Al principio me dolió mucho, pero después el dolor se fue aminorando. La relación mejoró, el sexo nos acercó, y después, se fue volviendo cada vez más normal. Creo que ya estaba preparada y desde antes tenía curiosidad por saber qué se sentía. Además, él me inspiraba mucha confianza.
Tamara (tenía 19 años)

Era mi novio de un año, lo planeamos. Me dolió muchísimo, él no era virgen. Después de un rato ya no dolió y nos acercamos más con el sexo.
Tania (tenía 16 años)

Llevábamos dos años saliendo, sabía que yo era virgen, lo planeamos todo, fue lindísimo, especial. Después de mucho tiempo seguimos juntos.
Mia (tenía 20 años)

Me bajaron la luna y las estrellas para que tuviéramos relaciones, aunque el chico nunca mencionó la palabra noviazgo. Y como en la tele, me le entregué, y de ahí, no me volvió a buscar nunca. Un día que me lo encontré con más amigos, no mucho después, y me presentó a su novia.
Aurora (tenía 16 años)

Las conclusiones para chicas:
*Hay quienes están preparadas, hay quienes no, y la única manera de saber si lo estás o no, por desgracia, es haciéndolo.
*Es recomendable que lo planees, estés con alguien que te inspire confianza, y que sepa que eres virgen.
*Sí duele, de moderado a mucho, así, que si no lo soportan, es mejor o bajar la intensidad, o dejarlo para otro día.
*Algunas tuvieron un orgasmo (o más), otras no sintieron nada, así que depende de la chica, y de la pareja.
*Si no se sienten del todo cómodas, mejor no lo hagan.
*En ningún momento pueden pasar por alto el control natal.
*No está mal demostrar que nos gusta, y disfrutarlo (aún en la primera vez), pero es normal que no se disfrute. Eso es sólo una vez. Después, todo mejora.

Conclusiones para chicos:
*Ninguna chica habló del desempeño de los chicos en su primera vez, así que, relájense, es lo que menos nos preocupa. Nos preocupa que nos dediquen tiempo, que no haya prisa, y que haya buena comunicación en la cama (y ya habrá una entrada más adelante para lo que esperamos de un chico, cuando ya tenemos un estándar).
*Ninguna chica hizo alusión al tamaño en la primera vez EXCEPTO para quejarse: si están muy dotados y no lo saben usar con una virgen, puede doler muchísimo, aunque la chica esté excitada (aunque ustedes no lo crean).
*Todas asumimos que fue nuestra responsabilidad el decir "sí", pero también estamos concientes de que pudo haber manipulaciones en algunos casos, así que es mejor ser sinceros.
*Es normal que una chica no tenga un orgasmo en su primera vez, y eso casi siempre se asocia a la tensión y los nervios, no es culpa de ustedes.
*Si ustedes también son vírgenes, tienen que considerar aún más, darse un buen tiempo para conocer el cuerpo de su compañera.
*Hay chicas para las que la virginidad es muy importante y lo hacen sólo por amor o por matrimonio, así que, es importante que si ustedes no piensan así... investiguen bien cómo piensa su compañera antes de hacerlo.
*No todas las chicas aceptan (o dicen) que son vírgenes, pero no es difícil descubrirlo (aunque no sangren). Si descubren que su pareja es virgen, yo sí recomendaría que por mucha calentura que haya, hagan una pausa y lo piensen dos veces.
*Si no mantienen los términos claros (sexo, noviazgo, amigos con derechos), es muy fácil que en la primera vez, una chica, confunda los sentimientos, y eso es algo que deben aclarar desde antes (porque, para el infortunio de los chicos, la chica ya tiene muchas cosas en la cabeza, como para encima sentarse a pensar sobre qué tipo de relación llevan con ustedes, justo antes.
*No todas las chicas sangran.
*Se tienen que dar un tiempo (un muy buen tiempo) para conocer el cuerpo de la chica con la que están, relajarla y excitarla, de otra manera, definitivamente la primera vez será desastroza.
* Si a las chicas les cuesta trabajo tomar la decisión, el dolor también cuenta. Si en una primera vez, que el cuerpo aún no está preparado y moldeado, el chico no tiene suficiente cuidado, el dolor físico (porque los músculos se encuentran tensos), puede ser insoportable, si le duele mucho, es mejor que se detengan.
*No pueden pasar por alto el control natal.

Y para los chicos, algunas preguntas que tienen que hacerse ustedes, antes de estar con una virgen es, si ella está enamorada de ustedes o no, y si ustedes están en el mismo lugar que ella.
Si para ella es muy importante la virginidad, y le puede afectar en su vida (moralmente) haberla perdido, porque si es así y ustedes lo saben, también tienen ahí una responsabilidad muy fuerte.
Si creen que ella esperará más de ustedes (y sí, hablo de sentimientos), que lo que ustedes pueden dar. Si es así, mejor no lo hagan.
Ella necesita sentirse bien, y cómoda, y eso depende de ustedes. ¿Son capaces de hacerla sentir relajada, de inspirarle confianza?
¿Tienen condondes?

De todas, sólo hubo una primera vez, perfecta, así que, esa es la excepción. Casi todas las primeras veces son desastrozas, pero es algo por lo que tenemos que pasar para disfrutar el sexo, al sexo opuesto, y también para madurar...


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domingo, 26 de septiembre de 2010

Rivalidad entre amigas

Y bueno... acá estamos de nuevo. Ya sé que dejé el blog medio moribundo por no sé cuánto tiempo, pero por alguna extraña razón, tenía bloqueo de "escritor" (aclaro aquí: No me considero escritora, necesitaría tres veces más años de práctica, más práctica profesional, y mucho, mucho talento).
Honestamente, si bien, el tema central de éste blog es el sexo... y no desde un punto de vista morboso, éste tema no es explícito, pero creo que vale la pena profundizar más de lo que generalmente se hace, en el tema.
El sexo, per se, rige en gran parte la vida de todos nosotros, y no en cuanto al acto como tal, sino al comportamiento social, a las etiquetas, la moral, los valores, y muchas cosas que tal vez no consideramos de pronto relacionadas, pero que lo están y en sobremanera.
El ritual del maquillaje (en las chicas), así como la manera de vestir, la forma en que saludamos en las fiestas, el coqueteo, la cadencia al hablar, cómo nos movemos al caminar, y muchas veces hasta la manera de ver a los ojos: están irremediablemente regidos por el sexo.
Sexo implícito, sí, pero los instintos siempre están presentes.
Ahora que... esta entrada no es precisamente para hablar de una experiencia, sino de una duda que siempre he tenido presente y a la vez trato de aclarármela. Experiencias, hay muchas, buenas y malas, y las iré contando de nuevo, apenas retome el paso, y el bloqueo de escritor, esperemos, vaya quedando en el olvido, pero hoy más que de una experiencia, quiero hablar de un fenómeno social.
Sin más, comencemos.
La base escencial del sexo es la reproducción, así de simple. Digamos que no queremos tener hijos, o que no lo sabemos, ese es su fundamento. La base siempre está y estará presente. Como ejemplos: Los hombres asocian el cabello largo en las mujeres con la fertilidad, y es bien sabido que (aunque no lo consideren así), prefieren a las chicas con el cabello largo... triste pero cierto. Y en cuanto a las chicas de calendario de "taller mecánico", eso también tiene una explicación: Las mujeres con cuerpo de reloj de arena (caderas anchas y busto grande), jalan tantas miradas porque tienen una mayor generación de estrógenos, o séase, que tienen mayor posibilidad de quedar embarazadas, que las que no tienen curvas tan pronunciadas. Muchas veces como chicas, nos preguntamos por qué "esa tipa" más bien, desagradable a la vista, llama tanto la atención... y esa es la explicación. Obviamente, estoy hablando a un nivel subconciente, y sí, un amigo que se refiere a él mismo como una persona civilizada, me confesó que se sentía bastante mal consigo mismo, cuando descubría que no le podía quitar la vista de encima a un trasero grande y redondo. En cuanto a las chicas, el instinto trabaja un poco diferente, pero sigue estando ahí. Hace miles de años, necesitábamos un hombre grande y fuerte, que nos diera hijos con la misma fuerza, y que nos protegiera de cuánto animal anduviera por ahí, el mejor adaptado, para protegerla a ella y a los hijos, era el más macho, grande y fuerte. Ahora, en nuestros tiempos, el hombre mejor adaptado, es el que puede pagar buenas escuelas para los niños, buenos médicos, y que puede costear una casa con los lujos necesarios para una vida tranquila, tanto para ella como para los futuros hijos, así pues, que de ahí vienen las "cazafortunas". También es un hecho triste, pero cierto. Y otro muy buen ejemplo es que, las chicas, sin darnos cuenta, generalmente nos arreglamos con mucho cuidado en los días de ovulación, para atraer más "machos" a nosotras. Ser más atractivas para los machos para el ritual de apareamiento.
Podría citar miles de ejemplos aquí, y todos estudiados y comprobados, pero creo que el punto queda claro y con ello podemos darnos cuenta de que somos lo que siempre hemos querido negar ser: animales, al ser tan movidos por nuestros instintos primarios.Y no tengo nada en contra de los animales, me encantan, viven de manera más organizada que los seres humanos en muchos aspectos, pero la parte que pesa, es que evidentemente no tienen ninguna ética ni escrúpulo en su comportamiento sexual, y es lo que el ser humano ha tratado de controlar desde los inicios de la historia: una pareja para toda la vida, hijos con esa pareja, y bueno, en cuanto a la mujer, toda la pila de leyes morales que nos rodean y nos presionan.
En fin... en las chicas, parte de esos instintos, aparecen cuando nuestro cuerpo comienza a cambiar, desarrollamos curvas, nos vestimos diferente, y comenzamos a utilizar maquillaje. Necesitamos (aunque no lo queramos ver así) atraer a los hombres.
Pero un factor, que a mi parecer es instintivo, que se ha dejado muy atrás en estudios y en artículos de revista, es que con esos cambios, aparece otro comportamiento prácticamente a la par y que es muy marcado: la rivalidad.
De niñas, no tenemos problemas en quién es la más bonita, la más delgada o la de mejor carácter, y mucho menos, en quién le gusta más a los niños... de hecho es todo lo contrario, es motivo hasta de burla. Pero poco después de comenzar nuestro período, algo pasa en nuestro cerebro que de pronto la bonita del salón es una "zorra", o que la que tiene mejores piernas es una "pesada", y hasta la más buena onda, se convierte en "boba". El problema se agrava, cuando también entre amigas, las mejores, dicho comportamiento también se hace presente.
Y otra característica del mismo, es que aparece una necesidad casi patológica de hacer a nuestras amigas menos, valiéndonos de lo que sea.
No sé si en mi caso, esos impulsos se reprimieron por la falta de autoestima o por la inseguridad, pero perfecamente recuerdo el comportamiento de muchas, la gran mayoría de mis compañeras, desde secundaria, cuando se esforzaban por opacar a sus amigas y hablaban mal de ellas o les inventaban chismes, o por lo contrario, hasta las que no se metían con nadie eran atacadas injustamente, y víctimas de habladurías y de caras burlonas.
"Estás muy bustona", "Te está saliendo panza", "¿Ya viste cómo se me quedó viendo Alberto?(queriendo decir: a ti ni te volteó a ver)". Tal vez yo era muy poca cosa para competir (sin saber que la competencia era por los hombres), o estaba muy encerrada en mi mundo para darme cuenta de la magnitud del fenómeno.
No obstante, años después, acepto que en más de una ocasión tuve unas ganas terribles (que no sé cómo logré controlar), de criticar a alguna "amiga" y hacerla perder su reputación, por alguna cosa que vista desde fuera no tendría la menor importancia, y sí, que también me atacaron, sin piedad. Y que llegué a enojarme cuando alguna amiga le gustaba a alguien (aunque NO me gustara el chico, por estúpido que se oiga).
Resulta, que, si dos chicas, quieren salir con el mismo chico, si él escoge a alguna de las dos, habrá un problema, y muy posiblemente se peleen, aunque ellas hayan dicho antes que no se "rebajarían a exponer su amistad" por un hombre.
Tengo muy claro, que Ignacio, se moría por Valeria, una amiga, hace algunos años, llevaba meses tras ella y ella lo trataba un poco mal, pero no le decía ni que sí, ni que no. Él, insistía. Cuando yo conocí a Ignacio, me gustó, pero no consideré propio hacer nada al respecto hasta hablar previamente con Valeria.
Un día después de una fiesta, Valeria se quedó en mi casa. Pertenecíamos al mismo grupo de amigos... seríamos unos quince, y estando las dos solas, le pregunté directamente si le gustaba Ignacio. Ella lo negó rotundamente. Cómo hubiera querido grabar esa conversación, pero mejor la cito textualmente.
_. Oye, ¿y qué onda con Ignacio?- pregunté yo.
_. Ay, nada.
_. ¿Te gusta?
_. No, para nada. Se me hace un niño muy lindo pero nada más.
_. ¿Segura?
_. Sí, nunca andaría con él... lo veo casi casi como mi hermano.
_. Entonces ¿no tienes problema si yo me lo trato de ligar?
_. No, nada.
_. ¿Segura?
_. Sí. Segura.
_. ¿Segura, segura?
_. Sí, de verdad segura. ¿Cómo crees que me molestaría?
Bueno, la historia fue corta... me lo ligué, tal cual. No fue empresa muy fácil, pero cuando por fin cayó... le conté muy emocionada a Valeria, pues según yo era una buena noticia... yo conseguí mi objetivo y ella "no" tenía problemas, entonces era algo que festejar, pero en ese momento se transformó. No dijo absolutamente nada, y su semblante fue distinto al de siempre, y el silencio me incomodó. No quiso detalles (que es muy común pedirse entre amigas), ni hablar más del asunto.
En menos de una semana, ninguna de las chicas del grupo de amigos me dirigía la palabra. Al principio no entendí pero las cosas fueron cayendo por su propio peso al pasar del tiempo. Resultaba, en sus palabras, que la conversación citada arriba, nunca existió (y para mi desgracia no había testigos), que ella siempre quiso con él y que me lo dijo, y que yo DELIBERADAMENTE, se lo bajé, dejando a un lado cualquier posible código de amistad, y no sólo eso... me había acostado con varios chicos del grupo. Así que en menos de una semana, me convertí en una baja-novios y zorra... por decirlo de manera ligera, además, ella le reclamó a él diciéndole "¿si sabías que tú me gustabas por qué me hiciste eso?", a lo que él se quedó sin palabras, porque él tenía entendido que ella no quería nada con él.
Fue la primera vez que vi a qué punto las mujeres pueden manipular la información... y de una manera tan calculadora, que si yo hablaba del asunto... la que habría inventado cosas era yo. Fue muy difícil, pero con el tiempo logré hacer que me volvieran a tener confianza... y ahora, a mi edad, cualquiera en sus cabales, dejaría a un lado a ese grupo de amigos, que tampoco se tomaron la molestia de preguntar por la otra versión, pero a los late teens (antes de los 20), los amigos lo son todo. Sin entrar en la definición de amigos.
Tiempo antes, aunque no fui víctima de chismes ni mucho menos, otra "amiga", que erróneamente yo consideraba la mejor de todas, Esperanza, de alguna manera u otra, se las ingeniaba para ligarse a cuanto chico me gustaba, y a quien ella creía que se sentía atraído por mí. Por desgracia, estaba yo todavía muy chiquita para entender el problema de fondo, y pasé toda la prepa pensando que ella era la sexy y yo sin más remedio, la fea y desadaptada... y no podía ver que lo que en realidad pasaba es que yo despertaba sus instintos de rivalidad al máximo... Y era en verdad al máximo: decirle "me gusta Oscar", era como lanzarla a sus brazos a quitarse la ropa, o a comérselo a besos, o lo que fuera. Y ella sí me hacía comentarios que afectaban mucho, para aquella época, mi maltrecha autoestima "Ya viste cómo se me quedó viendo Juan Pablo?" (traducción: ella se enteró de que YO le gustaba a Juan Pablo, así que yo no debería tener oportunidad a su lado, o así me debía hacer sentir); "Con éste maquillaje me puedo ligar hoy a Óscar" (traducción: a mí me gustaba Óscar, "ni te le acerques"); "Alberto hoy se ve guapísimo" (traducción: "Ya le eché el ojo a Alberto y ya vi cómo te le quedas viendo, no tienes oportunidad a lado mío"). (Con los jeans puestos) "Estos jeans están padrísimos, se me ven súper bien" (traducción: "tú no los rellenas, estás muy flaca").
Años después hablé con uno de esos chicos, y resultó, que se moría por mí pero no sabía cómo quitarse al pegoste de encima (mi amiga, que en sus palabras, era zorrona), y que para colmo de males, no lo dejaba acercarse a mí.
Ella, deliberadamente, se robó el teléfono de mi agenda, de alguien que me enloquecía, y lo invitó a salir a mis espaldas, con la intención de ligárselo, sin que yo supiera nada. Evidentemente cuando lo descubrí, fue un golpe muy duro... pero reitero, por desgracia, sin entender a fondo el problema.
Y hay otra "amiga", más reciente, que por un lado, irónicamente, demostró ser excelente amiga cuando yo tenía problemas y cuando la he necesitado, pero que nunca ha podido controlar el impulso de hacer mis defectos públicos de una manera u otra. Pero lo que resulta increíble, es que, por un lado, ha saltado a defenderme en más de una ocasión, por lo que sé que se preocupa por mí, y que sin embargo, no pierde oportunidad de exponerme, y a la mala.
Trabajábamos juntas, y me iban a operar la nariz (y sólo en este blog lo aceptaré: Cirugía plástica), y la cirugía, si la hacían bien, no sería muy notoria, pero yo me sentiría mucho mejor conmigo misma, así que, decidí que mantendría el secreto, para evitar interrogatorios, y que cuestionaran mi vanidad. En fin... el tema, en mi caso era delicado. Cuando regresé de la incapacidad, habiendo inventado cualquier otro pretexto, toda, toda la oficina, sabía de mi cirugía plástica. La confronté, lo negó, y hasta se ofendió, cuando la única que sabía la realidad de esa cirugía era ella, pero para mi sorpresa, lo aceptó años después.
En otra ocasión, le dije que tuviera cierta discreción con un pequeño secreto que yo tenía (mi peso), y de pronto, conocidos mutuos me preguntaban "¿pesas tanto?", cuando le pedí fervientemente guardar el secreto. Y cuando la confronté, lo minimizaba diciendo "exageras", o que ella no sabía de qué le hablaba, pero nunca, nunca, se disculpó.
Y así... ha hecho públicas varias veces, cosas que me pesa que los demás sepan de mí, y finge que no lo recuerda, o actúa ella como la ofendida... cosas así pueden afectar mucho y hacen muy difícil una situación entre amigas, y sin embargo, pasa todo el tiempo.
Mi teoría, regresando a los instintos es, que como mujeres, tratamos de librarnos de la comptetencia, para ser las hembras dominantes, y las más atractivas para el sexo opuesto, y si eso no se puede lograr, como seguramente era hace miles de años, con un trasero grande, o con hijos fuertes y adaptados para que otros hombres quieran hijos como esos, se logra con chismes, o con comentarios que te quiten la competencia de encima, tratando de recalcar que tú eres mejor, o que tu amiga es menos.
Sin embargo, es muy triste, que entre amigas, y en nuestros tiempos, esa competencia (cuando no hay porque haberla, sobre todo, si sobran hombres en este mundo y menos aún si cada una tiene ya una pareja) se siga dando, y en todos los medios y todas las edades.
Así que chicas... no creo que la mejor solución sea hablar del problema con su "amiga", porque si estoy en lo correcto, son instintos, y con ellos nada se puede hacer, pero tampoco creo que sea justo que las que logramos superar ese instinto destructor, acabemos pagando el pato, y si encuentran a una amiga que NO caiga en ese juego ¡No la suelten!. Y chicos... por eso, nos podemos poner tan sensibles cuando ustedes, sueltan algún comentario de alguna amiga nuestra, aunque el comentario no sea necesariamente bueno, porque lo consideramos como que ella les llama la atención de alguna manera, y entonces ella entra en el terreno de "rival"... y eso de nuevo despierta nuestros instintos asesinos...

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jueves, 11 de marzo de 2010

Ser virgen y frígida NO es lo mismo

Bueno pues, si mal no recuerdo, me quedé en mis tiernitos 18… en los que al final, resultó que la que no quiso tener relaciones fui yo. Y fue el camino que elegí en esa etapa de mi vida. Cada vez entendía mejor a mi cuerpo, y sabía responderle de alguna manera distinta, entendía un poco mejor el misterioso mundo de los chicos, y también comenzaba a quedarme claro que para eso del sexo, cada quien tiene su propio reloj biológico. Así que, el problema ya no era ser virgen o no, sobre todo cuando me di cuenta que más de uno me querían “echar al plato”, era que la verdad no tenía ganas de abrirle las piernas a alguien a quien no le tuviera plena confianza, sobre todo hablando de la responsabilidad de los embarazos no deseados, del sexo seguro, y bueno, de combinar nuestros cuerpos, sentir a alguien dentro de mí y de permitirlo… la idea ya no me daba asco, no, no era eso… era un asunto de confianza, y de que no me había enamorado nunca. No sé cómo sea la parte de enamorarte y tener relaciones a los 13 o 14 años, así que no puedo profundizar en eso, tampoco quiere decir que esté bien o mal tenerlas, o no tenerlas. Simplemente planteo mi situación.
Hago aquí un paréntesis, porque más de una persona me ha preguntado si así fue como ocurrieron las cosas en mi caso, y la respuesta es: sí. Íntegramente. Por lo mismo quiero reiterar que no juzgo para bien ni para mal el que el sexo sea antes, después, bueno, o malo, sino dar mi punto de vista y compartir mi experiencia, que para mi grata sorpresa, está sirviendo (como esperaba) para que otros, en su mayoría amigos, también lo hagan.
Así que, opté por el peeting. En México eso se conoce como faje. Y en caso de que me lea alguien de algún otro país de América Latina, faje quiere decir, en términos burdos, manos y boca en cualquier parte del cuerpo de la pareja, y en diferentes niveles, pero no hay penetración.
No estaba dispuesta, y no quería entrar de lleno al mundo del sexo: No tenía confianza para preguntar sobre anticonceptivos, ni a mis amigas ni a mi mamá, no me inspiraba en lo más mínimo la idea del coito interrumpido como medio de control natal, y (por falta de práctica, obviamente), no sentía que le pudiera confiar mi cuerpo a una caja de condones. Antes de tener relaciones hay muchos mitos: que éstos se rompen fácilmente, que se salen de su sitio, que se rasgan, que es muy difícil colocarlos… miles de cosas que también suenan como leyenda urbana de terror, sobre todo porque su uso correcto puede hacer una línea divisoria entre embarazos y control natal y entre enfermedades venéreas y una vida sexual sana… y las enfermedades venéreas también suenan como cuento de horror desde que te saturan en la secundaria con fotografías, síntomas y de más cosas…
“Pues ¡No! No me siento capaz de tener relaciones sexuales, así que por el momento no las tendré, pero eso no implica que no pueda divertirme.” Y divertirme, era no privar a mi cuerpo de esa cosa tan maravillosa llamada orgasmo. Ya fuera sola, o en compañía, y esta segunda era mucho mejor, porque de pronto, algún chico sabía hacer maravillas con sus dedos.
El asunto es que… después de salir con el chico que no me quitó la virginidad (muy a su pesar), salí con dos chicos más, y la reacción de los dos, al “estar conmigo” (de alguna manera, porque no tuvimos relaciones), fue bastante especial.
Con el primero, una tarde, después de estar fajando un muy buen rato, en mi casa, que estaba libre de padres, y en que él me tocó muy rico, que le compartí mi cuerpo, nos besamos, etc., en donde obtuve lo que yo buscaba (un orgasmo), después de ello le dije que no quería tener relaciones, que era virgen (que según yo, también le había dicho desde antes)... cuando me oyó, su mirada y su actitud cambiaron radicalmente. Inclusive me echó unos ojillos despectivos que claramente decían “mentirosa”. Evidentemente no me creyó una palabra… Me molesté… pensé que si sabía (o le reiteraba) la verdad, no me presionaría para tener relaciones. Y no dijo nada. Se sentó.
_.No me crees ¿verdad?
_. (Después de un silencio de segundos y un suspiro hondo y pesado) …sí te creo…
_. Entonces ¿cuál es tu molestia?
(De nuevo silencio)
No me pudo tocar igual el resto de la tarde, y terminó por irse. Me dolió mucho su reacción. ¿Para que creyera que era virgen tendría que apretar las piernas, y no dejar que me tocara los pezones o la entrepierna, y fingir que me asustaba si sentía una excitación en sus brazos? De hecho menos ahora, que apenas aprendía a controlar ese miedo y manejarlo más o menos bien, ya era todo lo contrario, yo quería explotarlo.
Esa semana me empedé con una amiga, Nadia, y además de contarle lo ocurrido, honestamente hablé de lo ofendida que me sentía porque no me hubiera creído una palabra. “¿Qué no puedo tener orgasmos siendo virgen? ¡Si no soy frígida! ¡Es una fortuna que pueda tener orgasmos sin necesidad de relaciones!”
Y pasó relativamente lo mismo un par de semanas después, en casa de un amigo, pero al menos su reacción fue diferente, tal vez porque éste me llevaba varios años (8), y el anterior tenía mi edad, fue un poco menos desalentadora. Me estaba tocando apasionadamente con los dedos mientras me besaba y de pronto escuchó un gemidito “ahh”.
Se detuvo, me miró a los ojos y me siguió tocando… le gustaba cómo yo decía con algún gemido o con alguna contracción del cuerpo, que lo que él me hacía me estaba gustando, pero de alguna manera, como que él también me estaba estudiando. Le dije después que no quería tener relaciones y no puso un pero.
Una semana después hablábamos por teléfono. Dicen que es más fácil decir ciertas cosas por ese medio porque no ves a la otra persona a los ojos. Y en medio de la plática me parece que la curiosidad lo corroía. Así que sí tendría lógica que se haya animado a preguntar.
_. Tú no eres virgen ¿verdad?- Me dijo.
_. ¿Por qué?
_. Tengo esa duda.
_. Te puedo contestar sin problema, pero quiero saber por qué.
_. Honestamente tienes los músculos internos muy apretados… pero no te asustaste ni nada cuando comencé a tocarte, y tampoco cuando “llegaste”*. Parecía que sabías bien lo que pasaba. Ya dime ¿eres virgen?
_. Sí, sí soy virgen… (y esta vez ya no me dio pena decirlo)
_. (Se quedó pensando unos segundos) ¿Y te sientes así?
_. Entiendo mi cuerpo si eso es lo que me estás preguntando. Sé cómo funciona.
_. (como que lo reafirmó)… sabes cómo funciona tu cuerpo…
_. El asunto es que muchas niñas que son vírgenes son unas hipócritas… ser virgen no quiere decir que nunca te hayan tocado, o que no conozcas un orgasmo… Y aunque no lo conocieras antes, si tuvieras el primero, posiblemente lo reconocerías.
Después de un rato concluí mi idea:
_. Ser virgen no es lo mismo que ser frígida… Al contrario, si todo es nuevo, creo que hasta sientes más.
De nuevo se quedó pensando.
_. No lo había pensado. Me gusta la idea de que sientas más. A lo mejor sí es cierto.
Sigo pensando que cuando le dije todo eso, tenía razón. A mi parecer a muchas niñas les da miedo sentir, tal vez piensen que sentir es indebido, es sucio, y se bloqueen, no encuentro otra explicación, pero debería de ser todo lo contrario.
Y esa vez, me sorprendí de hablar con tanta naturalidad del asunto, pero poco a poco me fue entrando en la cabeza, que si TODOS los seres humanos tienen sexo, fluidos corporales, y todas las mujeres menstruación, no hay absolutamente nada de qué avergonzarte hablando de esos temas… Y eso sería sólo el comienzo… y éste blog otro paso. Hablar… no pasa nada con hablar. Hablemos pues de sexo.
Después mi amigo y yo hablamos de naderías… y finalmente me preguntó “¿Podemos tener relaciones?”.
A lo que le contesté muy tranquila, y sin ofenderme, y él lo tomó sin resentimientos:
“No, todavía no, pero ya que me sienta más segura podemos hablarlo”:


*Tener un orgasmo

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viernes, 5 de febrero de 2010

La última virgen del planeta

Lena y Gabriela me tenían “asoleada” con esos temas de sexo. Difícilmente me podía zafar cuando se ensañaban conmigo…La inexperta, la pequeña, la ternurita con patas, la tímida…
He citado varias de sus conversaciones aquí, y aunque ahora, he visto personas de menos de 16 años darles la vuelta a las dos; unas dos generaciones antes, lo que ellas decían y compartían podía resultar bastante escandaloso, y más aún, su descaro. Porque, por increíble que pueda sonar, una de ellas, venía de una familia muy religiosa, y ella, en cierto modo, la seguía… en todos los temas, excepto sexo. La otra, venía de una familia de clase media alta, de una buena zona, y sus papás eran mucho más abiertos, así que bueno, no causaba tanta sorpresa, aunque, irónicamente, para hablar, era la más reservada de las dos, y no por pena, simplemente ni siquiera le daba tanta importancia.
Lena varias veces me invitó a fumar mariguana, pero (aunque ya la conocía), no era algo que ocupara mi atención. Gabriela no fumaba… excepto alguna vez en fiestas. Religiosa y atea, medio droga y sana, clase media y clase alta, compartían su nivel de experiencia.
Resultó que Irina y Diana, otras chicas del grupo de clases con las que a veces estábamos; y Lena y Gabriela, habían perdido la virginidad, todas, antes de los quine años, y en situaciones distintas. Con su nuevo novio, con un galán de una sola noche, con su novio de tiempo, y con un free. No es que estuviera mal, era simplemente algo que me sorprendía. Durante toda la prepa yo tuve la idea, que comenzaba a creer absurda, de que valía la pena esperar al “correcto”, y que no era gran diferencia si tenías 14 o 24 años, siempre que estuvieras segura, pero hablaban tanto de esos temas, sobre todo como anécdotas de vida, ya tan naturales y espontáneas, que me empezaba a sentir cada vez más fuera de lugar. No podía formar parte de esas pláticas y contar también mis anécdotas porque todas acababan en caricias tiernas y besos.
Ellas ya hablaban de dimensiones (tamaño), de si los chicos eran buenos o malos en la cama, de si sabían prenderlas o no, de cómo las acariciaban, y en un nivel gráfico que jamás hubiera imaginado, era como tener un programa de radio porno todo el día (si es que eso existe)… y para esos momentos, a duras penas yo sabía manejar la excitación.
Ese gran paso (sí, bien grande), sí me daba miedo, sabía que involucraba muchos cambios y nuevas responsabilidades en la vida, y una parte de mí me decía que esperara, pero por otro lado, el no poder compartir experiencias y quedarme callada, me hacía sentir absolutamente ridícula.
Para ese momento, cualquier cosa que viera en la televisión, en el cine o en las revistas, me remontaban inmediatamente a mi inexperiencia… y prácticamente todos los amigos que tenía, también de fuera de la escuela, aunque no fueran unos expertos, como las chicas de mi grupo, ya empezaban a disfrutar su vida sexual. Además la temática de la protección (condón), en esos tiempos estaba muy en boga, y casi todos los programas para adolescentes lo abordaban, las revistas estaban saturadas de consejos para el buen sexo, había anuncios de radio y de tele cada vez más subidos de tono… por no mencionar películas románticas que ya no culminaban su amor con un beso, sino con una noche de pasión. Así que con sólo el hecho de encender la televisión, recordaba mi tragedia. Sentía cada vez más que traía un letrero fosforescente en la espalda que decía “Virgen, especie en peligro de extinción”, y que sería un mata-pasiones para cualquier chico decirle mi cruda verdad, suponiendo que no leyera el letrero de mi espalda. Virgen… comenzaba a odiar esa palabra.
¡Pero no! ¡Las cosas empeoran! El colmo fue una vez, en una clase, con el salón lleno, que un maestro pidió que levantaran la mano los que ya no eran vírgenes… y después de ver tantos brazos arriba, replanteó la pregunta: “Levanten la mano los que –nunca- han tenido relaciones sexuales”. Fue horrible, porque teníamos que escribir algo al respecto así que no había manera de librarla… no podía escribir sobre algo que no conocía, o alzar la mano en el otro bando y luego escribir algo completamente diferente… y muy a mi pesar… dos mujeres (la fea y la mocha) alzaron la mano… y yo. Yo… Sí, yo. Quise que la tierra me tragara. Sentí que las miradas me comían, me devoraban, sentí que se reían, que empezaban a hablar a mis espaldas “¿Se enteraron de que esa chavita sigue siendo virgen?”. Creo ahora honestamente que estoy exagerando… 18 años cumplidos no era el fin del mundo… pero en ese momento lo fue… El peor día de todo ese año en la escuela. Llegué de malas a mi casa a tumbarme en mi cama y a tratar de olvidar que era la última virgen del mundo, aunque el letrero lo tuviera ya en todas las prendas de ropa, y con energía de 10,000 watts. No quería ni que la gente de la calle me viera.
Cuando me pude levantar, después de estar repelando horas completas, tomé el teléfono para hablar con amigos de la prepa que no había visto en un tiempo, con deseos de platicar y sacar el tema del sexo… para que me contaran en dónde y qué punto se encontraban… y poco a poco salía que ya tenían relaciones sexuales, uno, dos… cada vez más. Al final, todos habían salido del cascarón, excepto la amargada que nadie quería y nadie soportaba (mas que yo), y la gorda ¡La gorda! Al menos yo no era la única así como la única… pero ¿la gorda?
Estaba al mismo nivel de la amargada y de la gorda… ¡Gorda!. ¿Podía haber algo peor? Me fui al espejo… no… lo mío no era gordura. De hecho ¡por fin!, mi cuerpo empezaba a cambiar, mis senos estaban en su lugar, no eran grandes pero sí bonitos. Mi cintura era de 54 centímetros y tenía el abdomen marcado, mi piel de concurso… ¡Mínimo! Después de tener las curvas escondidas no sé cuántos años. ¡Pero al nivel de la gorda!
Comenzaron a llover pensamientos en mi cabeza. ¿Qué pasa conmigo? ¿Estoy fea? ¿Estoy amargada? ¿No soy lo suficientemente pasable para que alguien se acueste conmigo? Definitivamente yo ¡NO soy gorda! ¿Será que soy muy flaca? ¿Son muy miserables mis 42 kilos? ¡Si es cuerpo de ejercicio! ¿Si alguien se quiere acostar conmigo, seré capaz de decir que sí? ¿Qué pasa con el condón? ¡No sé usar un maldito condón! ¡No me atrevo a decirle a nadie más que soy virgen! ¡Tuve suficiente hoy en la escuela! ¡Nunca más! De aquí en adelante nadie sabrá si tengo o no tengo experiencia. ¡Primero muerta! ¿Y si mi epitafio dice “murió virgen”? ¿Pero cómo disimular en la cama que soy virgen en mi primera vez? ¡No se puede esconder el dolor! Me lleva el diablo… el diablo absoluto. Soy un fenómeno, alguien anormal… merezco estar en algún laboratorio como objeto de estudio. ¡Virgen! ¿Se me nota? ¿Se me notará al caminar? ¿Tengo mirada de virgen? ¡Joder! ¡Joder! ¡Joder!
Y así pasaron días… semanas…
Apenas tocaban el tan ya conocido tema de sexo en la escuela, mi semblante cambiaba y todo me remontaba a la clase de ese maldito maestro al que odié con toda mi alma… me enojaba.
Lo irónico del tema es que apenas uno o dos meses después de esa maldita clase, estaba besándome apasionadamente con alguien con quien salía, en su cama, sin padres en casa… él ya me había quitado la blusa y el bra y se dirigía al pantalón, y me preguntó “¿Quieres hacerlo?”, a lo que después de pensarlo unos segundos, respondí con absoluta certeza: “Aún no me siento lista, soy virgen”…
Después las chicas se enteraron y me lo condenaron... pero me "valió madres"...


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sábado, 30 de enero de 2010

Los que se masturban... y los mentirosos

_.Definitivamente existen sólo dos tipos de personas-me decía Gabriela, en mi facultad-los que se masturban y los mentirosos.
Honestamente, en ese momento me quedé pensando, porque, aunque ahora creo que si te animas a probar esas mieles alguna vez, quedas sin duda entre alguno de los dos grupos, para ese momento… creo que 17 años, sí había un grupo para mí… los ilusos que no conocían su cuerpo, pero no me atreví a decir nada y sonreí, como para que pensara que yo era de los que se masturbaban, o de los mentirosos… pero no de un tercer grupo en peligro de extinción…
Antes de llegar con más ímpetu al tema… creo que es importante que resalte un poco el ambiente de la escuela… la uni. Estuve en una secundaria y una prepa bastante fresas, que si bien eran oficiales (sin contar la primera secundaria), estaban en una zona bastante tranquila, y así eran las familias de los alumnos, y a su vez los alumnos. No faltaban conocidos que tomaran o quién viviera la vida loca, pero eran las excepciones, ni siquiera los considerábamos parte del grupo. En la prepa todos mis amigos y las pocas amigas, eran niños de casa, que salían a fiestas en pocas ocasiones, y que no tenían ningún vicio, las chicas no eran novieras y los chicos tampoco, y todos estábamos tan adentrados en las actividades extra curriculares, que eso de andar con alguien, no era un tema que nos quitara el sueño. Tal vez en ocasiones hubiera algún chismecillo de besos pero era todo, porque nos gustaba más jugar, y estar todos juntos. Sin embargo, la universidad fue completamente diferente. Entré a la única facultad del país que en aquel año pedía examen obligatorio de SIDA y de adicciones… así que con ese simple hecho pueden hacerse una idea de lo descarriada que era. No era raro ver gente tomando cerveza dentro de la facultad, fumando tabaco, mariguana y hash dentro de los salones, encontrar baños cerrados con grititos dentro de alguna chica (y si te ponías muy listo podías ver cómo se adelantaba una pareja para atracar puertas), pequeños traficantes de coca y otras cosas que siempre se daban sus vueltas con ciertos conocidos del salón de clases, y gente que hablaba a diestra y siniestra de su vida sexual… tal vez algunos alardeaban, pero en general parecía que todo era verdad.
Mi grupo de amigas rápidamente se convirtió en Gabriela, Lena y María, en el que Lena y Gabriela eran más de dos años mayores que yo, y María, que era un año más joven, llevaba más de tres años con su novio. Así pues, la que pronto se volvió la inexperta en temas de sexo era yo. María sólo había estado con su novio, y era muy discreta, pero Lena y Gabriela, me contaban todas las cosas que habían hecho y deshecho para sus 20 y 23 años (y no eran ni remotamente las únicas de la clase que eran así)… y recuerdo la cara de sorpresa (gritando) de Lena cuando preguntó por primera vez “¿¡Eres virgen!?”, casi de desmayaba, por consiguiente, también yo. Así que, por primera vez en mi vida, me sentí extraña… como la única (y última) virgen del planeta, y ser virgen se convirtió en la excepción, y no la regla, a diferencia de la prepa.
No es que estuviera mal, pero aceptar ser virgen se convirtió en algo cada vez más difícil y más incómodo… en especial por reacciones como las de Lena… y más cuando llegaban a presumir lo que habían hecho en el fin de semana, o en una escapada entre clases en no-sé-qué-parte de la universidad.
En menos de seis meses de conocernos, Lena había tenido más de 4 aventuras, y aunque ahora me es imposible tomar partido o juzgar, en este momento, para mí eso sonaba como un número digno de récord.
Bien pues… empecé a salir con un chico, que no era de la escuela, y no estaba nada mal. Y de nuevo los fajes se abrieron paso. Él conocía bastante bien mis curvas (que cada vez tomaban más forma, así como mis músculos se torneaban cada vez más, porque para esa época, yo era –tal vez por el trauma de la prepa- una adicta al ejercicio y como mínimo, hacía 4 horas diarias), yo no tanto las de él, pero me defendía cada vez mejor.
El asunto es que si bien, no éramos novios, nos veíamos regularmente y por lo mismo, el contacto era cada vez más fuerte y más cercano, y yo cada vez reconocía mejor que me excitaba… aunque la excitación como tal todavía me daba un poco de miedo… tal vez porque no sabía culminarla ni manejarla, y fuera de ser placentera era una sensación un poco extraña.
El hombre en cuestión me gustaba mucho, era unos añitos mayor que yo… en aquella época él debe haber tenido 24, pero asombrosamente, pese a la diferencia de edad (y de experiencia), no me presionaba en lo más mínimo. Las cosas se iban dando, bastante bien y bastante cómodas para mí (ahora creo que para él no tanto y sólo evitaba que yo fuera a salir corriendo).
Un día, después de un domingo completo de estar juntos, en el que obviamente no pasó nada (y por “nada”, hablo de relaciones), regresé a casa a platicar por teléfono con Gabriela. Tal vez recuerden que por ahí del 98 aún no había celulares para la clase media, así que los chismes esperaban a la noche, en la que los amigos estuvieran en casa, para hablar un rato.
Después de un rato, él salió a tema… a dónde fuimos, qué hicimos, etc., porque con mi inexperiencia, mis pocas aventuras al respecto la mataban (y a las otras chicas) de curiosidad. Sus preguntas eran muy indiscretas para mis costumbres.

_. ¿Besa bien?
_. Sí.
_. ¿Se la agarraste? (Ella fue la que me aconsejó “agarrársela”)
_. …Sí...
_. ¿Está bien dotado?
_. …No sé…
_. ¡Flaca! ¿Cómo que no sabes?
_. ¡Pues es que no sé!
_. ¿Cuántos centímetros le echas?
_. ¡Gabriela! te juro que no sé.
Después vino un “Ash”, que sustituía un “Qué aburrida”, y cambiamos de tema, pero me aplaudió mi gran paso delante de “agarrársela”. Yo no sabía si hacer eso me había agradado o no, pero a él parecía no haberle disgustado, aunque no dijo gran cosa.
Así pues, Gabriela se inclinó a preguntarme cosas de si me gustaba lo que él me hacía, que si me tocaba los senos, las pompas, que si me metía los dedos y no sé qué tanto… le dije que todavía no tanto como lo último.
_. ¿Pero te gusta lo que te hace?
_. Sí, creo que sí.
_. Menos mal que sí. Es que si sabes qué te gusta es más fácil. Yo no puedo creer que haya mujeres que a los 18 años nunca se hayan tocado a ellas mismas. ¿Cómo van a saber lo que les gusta si no se conocen primero?
_. (Silencio incómodo)
_. ¿Flaca?
_. …Erm…
_. ¿Flaca?
_. (De nuevo silencio incómodo)
_. (Después de quedarse pensando) ¿¡Nunca te has masturbado!? (con un tono de sorpresa casi burlón y que se pudo oír hasta la frontera)
_. (Muy digna, después de recuperar el habla) …No…
Se debe haber tardado como cinco minutos en reaccionar con mi respuesta porque la siguiente parte de la conversación fue para volver a preguntar lo mismo como diez veces; por qué, como otras treinta; y decir “no mames” como ochenta. Después mi pena se convirtió en molestia y luego en un “no me estés chingando”. Con eso se calmó o al menos lo disimuló… y ya me preguntó lo mismo pero en un tono mucho más amistoso.
_. Flaca… si eventualmente te acuestas con este cuate, no vas a disfrutar la cama como se debe si no sabes lo que te gusta. Tienes que darte un chance primero para conocerte a ti misma. Además no me vayas a venir con pretextos pendejos, porque tú sabes que es hasta sano hacerlo.
_. Okei… igual me daba miedo conocerme.
_. Pues, yo creo.
_. Pero ¿cómo le hago?
_. (Suspiró y se dijo algo para ella misma) Voy a enseñar a una amiga a masturbarse… (Y me dijo a mí) Después de bañarte, enciérrate donde nadie te moleste. Respira hondo y piensa cómo te gustaría que te acariciara este chavo… que tu mano es su mano… toca todo tu cuerpo, despacio, y vas a ver cómo después de un rato de explorarte… tienes un orgasmo, tienes que tener paciencia, ir reconociendo, ir viendo qué te gusta más de lo que te haces. Sin prisa.
_. (Duda) ¿Cómo reconozco un orgasmo?
_. Vas a reconocerlo, eso es un hecho.
Colgamos… y esa noche… muy resignada me fui a hacer mi “tarea”. Y no, no tuve un orgasmo, pero me atreví a tocar, masajear y explorar partes de mí, que al tacto no conocía. Eso se sintió bien. No me sentí culpable y eso estuvo también bien porque no hay por qué sentir culpa, pero hago éste hincapié porque alguna vez alguien sí ha demostrado sentirse menos o “pecador” por hacerlo. Tal vez la tensión de saber si lo estaba haciendo bien me impedía llegar al clímax… tal vez era el hecho de no conocer esas sensaciones, pero me gustó. Y habrán sido dos o tres días de práctica… pero al final ¡ocurrió!
Y ésta parte va para las chicas: lo mejor que puede pasarte es que tu primer orgasmo te lo regales tú misma, porque es más difícil que confundas el placer físico que puedes tener con tu cuerpo, si estás con alguien más, dándole crédito a alguien por algo que está puramente en ti, y el primer orgasmo es tan extrañamente intenso, que si se lo adjudicas a alguien más, no sería difícil confundir sentimientos con sensaciones.
Con esta pequeña experiencia que al principio me hizo entrar en el grupo de los mentirosos, como era de esperarse, y luego en el grupo de los que se masturban, me di cuenta de que no hay fórmulas exactas, puedes tener miles de orgasmos distintos, de distintas maneras, acariciar distintas zonas, jugar con los dedos, con la presión, y no sólo en los órganos sexuales, sino también dándole importancia a otras zonas de tu cuerpo… además es un acto de amor a ti mismo si lo ves como un cariñito que tú te estás haciendo. Y sí… si en efecto te conoces… el saber lo que te puede esperar con alguien más (agregando el condimento de la química, la atracción física y en ocasiones de los sentimientos) es increíble.
Después de ese día… vi que Gabriela en verdad tenía razón en cuanto a los que se masturban y los mentirosos, y años después, tuve exactamente la misma conversación con una amiga, más joven que yo…

Ventajas de masturbarse:
-. Cada orgasmo es bueno para el corazón
-. Permite conocer tu cuerpo más a fondo
-. No necesitas pareja para disfrutar del sexo
-. No hay riesgos de embarazos no deseados ni enfermedades de transmisión sexual
-. Alivia tensión
-. Quema calorías (¡sí!)
-. Fortalece los músculos de los muslos, pelvis y a veces hasta abdomen
-. El orgasmo genera muchísimas endorfinas y serotonina, así que te pones de buen humor, y los orgasmos tienen miles de funciones benignas para el cuerpo

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martes, 26 de enero de 2010

La primera propuesta "indecorosa"

Creo que el título de esta entrada lo dice todo. No hay mucho preámbulo para llegar al qué pasó, cómo pasó y a mi decisión, pero de todos modos, creo que ésta, como todas mis “fábulas”, si así quieren verlas, tiene su moraleja, o enseñanza, o algo que de menos nos deja pensando.
Tenía 17 años, ya había habido más fajes (como dije en la entrada anterior lo difícil es perder el miedo), iba en cierta facultad de la Ciudad de México, y había salido relativamente airosa de la prepa.
Siempre he odiado los centros comerciales, pero de pronto me doy alguna vuelta cuando voy en concreto por algún color específico de labial, una versión particular de un disco, o esas cosas que tal vez encuentres “chachareando”, pero después de mucho tiempo. Y voy directamente a lo que voy y me regreso… no quiero exagerar pero tanta invasión gabacha, que incluye comida rápida (que tampoco tolero porque sabe a trapo), aparadores que poca gente puede costear, niñas jugando a ser alguien que nos son comprándose ropa para vestirse como “en la tele”, y cosa tras cosa que sólo fomenta el materialismo e inhibe la capacidad de pensar, me pone de malas. Bien pues, para terminar con mi tortura, voy, compro lo que necesito y salgo apresurada. Y así fue en esa tarde.
No me dejaron manejar hasta por ahí de los 20 años, así que estaba esperando pacientemente mi micro para volver a casa, cuando un chico bastante guapo se acercó a mí, tenía una cámara en la mano. Evidentemente volteé atrás de mí para ver si había alguna confusión, pero no, sí venía hacia mí. Quedó frente a mí y me preguntó que si podía hacerme una entrevista para no-sé-qué-cosa de su universidad, sobre teatro, me enseñó su credencial. Bien pues, era mi tema fuerte, dije que sí, nos alejamos de la parada del autobús y nos sentamos afuera del centro comercial. La entrevista originalmente duraría unos diez minutos, pero terminó siendo de más de media hora… me permitió explayarme, era justamente lo que yo estaba estudiando. No tenía afán de impresionarlo ni mucho menos, simplemente me apasioné con el tema, y a él pareció agradarle mi entusiasmo. Al final, evidentemente nos pusimos a platicar con los típicos “¿cómo te llamas? ¿por dónde vives? ¿qué hobbies tienes? ¿cuántos años tienes?”, etc. Si mal no recuerdo, él me llevaba alrededor de 5 años, así que debía tener unos 23, estudiaba algo relacionado con la comunicación y le gustaba la música alternativa, que no era mi fuerte, pero también me gustaba. Como hubo ciertas afinidades, la conversación se alargó más y más y nos terminamos besando. Y haciendo alusión a la entrada pasada, él sí me gustó, sí sentí un calorcito en las mejillas y en la entrepierna que ya empezaba a conocer, y lo más importante: reconocer. La tarde se fue volando.
Los besos subieron de tono, pero yo tenía que llegar a mi casa, así que me despedí. Antes de irme me detuvo jalándome ligeramente de la mano y me dijo ya cuando estábamos muy cerca que quería hacer el amor conmigo. La idea me causó alguna sensación extraña. No me disgustó, pero si recordamos la parte de los príncipes, también el cómo lo dijo me pareció muy frío… muy extraño. No sabía si quería decir que sí o que no. Esa es la verdad. Necesitaba probar eso del sexo eventualmente, y eso yo lo tenía bien claro, él me gustaba… pero la idea de hacer el amor, si así se le puede llamar con alguien que a lo máximo llevaba cinco horas conociendo me parecía completamente anti-romántica. ¿Qué pasaría si me clavaba con él? ¿Si me enamoraba? Mente cursi de teenager. Además por cosas que habíamos platicado antes de su propuesta, él estaba siendo muy claro en que sólo era sexo. Siempre había creído que mi primera vez sería con un gran amor, con suerte el único gran amor de mi vida, o de menos alguien de quien estuviera “enamorada”, y de pronto la vida me mostraba otra opción.
Me quedé un momento pensativa… y me preguntó “¿qué te parece?”. Bueno, pues, como no quería quedar como una estúpida y responder alguna incoherencia que después no pudiera remediar… tomé aire y le dije “La idea me gusta, pero soy virgen, no sé si sepa manejarlo”. Abrió mucho los ojos… parecía que por mis besos él no hubiera pensado eso en un principio, luego, me miró de nuevo para comprobar que efectivamente yo decía la verdad. Descansé cuando reaccionó relativamente bien ante mi sinceridad.
_.Yo no tengo ningún problema en que seas virgen.
_. Pero yo sí porque para mí es algo nuevo.
_. ¿Pero tú quieres?
_. Creo que sí… pero tengo que pensarlo.
_. Está bien… me parece justo. Piénsalo y te llamo en la semana.
Así fue… cerramos el acuerdo de la llamada con otro beso bastante apasionado, y tomé el micro para llegar como tres horas después de lo que había dicho a casa, pero aún a buena hora. La idea me daba vueltas en la cabeza y me siguió dando toda la semana.
El lunes llegué a la facultad… y en una hora libre, las otras chicas y yo nos sentamos a platicar, de lo que platican todas las mujeres en sus ratos libres, ni modo, así es: hombres y sexo… a caso el chisme de otra mujer que no les caiga muy en gracia, pero al final, relacionada con algún hombre. Así que si la novia les dice “de maquillaje, de zapatos”, pueden salir al tema, pero aunque mi integridad física corra riesgo, en general no es así.
Llevaba meses sin contar nada interesante, y cuando de pronto solté eso… pensé que me iban a decir que cómo así… pero el resultado fue completamente diferente. Las dos eran mayores que yo, ya tenían mucha experiencia sexual (más de diez compañeros cada una), y eran sumamente abiertas. Terminé mi relato diciendo que no sabía qué hacer, y Lena preguntó:
_. ¿Por qué?
_. Pues ¿cómo que así nada más? Puro sexo.
_. ¿El wey te gusta?
_. Pues sí…
_. Entonces ¿qué tiene? Tengo una amiga que prefirió que su primera vez fuera así, con un desconocido.
De nuevo me quedé pensando. Lo dijo con tanta facilidad que de nuevo me salí de tierra por un momento.
_. Pero ¿por qué?-pregunté bastante consternada.
_. Pues para no clavarse, para que si hacía el ridículo el güey no se la acabara después con eso, para poder explayarse a gusto. No sé, mil cosas.
_. Pero no está chido que me vaya a clavar. Él sólo quiere acostarse.
_. ¿Clavarse por un acostón? Esas son mamadas.-terminó contundente.
Y Gabriela la apoyó en eso.
Honestamente nunca me había puesto a pensar eso en detenimiento. Nunca me había clavado con nadie con los besos y con los fajes… pero hacer el amor, tener relaciones, se oía tan diferente… tan romántico… tan íntimo. De pronto me pareció que tal vez sí era mucha ingenuidad de mi parte pensar que el sexo como tal puede enamorarte. Pero por otro lado, el no tener punto de comparación me causaba cierta incomodidad, porque ¿qué tal si eso sí pasaba? ¿Qué tal que después de entregar tu cuerpo a alguien te rompan el corazón?
Bien pues, el chico en cuestión sí me habló, le dije que la verdad los sentía, que no me sentía preparada, que tal vez con un poco más de tiempo. Me llamó un par de veces más pero al final, mi no fue rotundo sin llegar a ser grosero, así que tampoco insistió más.
Y la cuestión… que se resolverá muchas entradas adelante, de si es posible para las mujeres separar el sexo de los sentimientos… quedó pendiente, por mucho tiempo… por otro lado, esa apenas sería la primera de muchas propuestas que tarde o temprano te das cuenta de que son bastante frecuentes.

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viernes, 22 de enero de 2010

Y empieza el contacto físico

Bueno… ya había habido besos, más de uno, con más de un chico, algunos “príncipes”, otros no tanto. Ya tenía mi periodo regularmente, ya de pronto alguna mirada (aunque fueran las menos) se dirigían a mí y no a mi amiga de clases de cuerpo perfecto, cabello largo y sonrisa de concurso. A ella realmente no le tenía envidia, nunca se la tuve, porque finalmente aunque tenía el sex appeal que tal vez yo querría y la boca carnosa que como que pedía besos a gritos, jamás (que yo recuerde) fue capaz de sostener una conversación profunda (con los estándares de “profundo” que se pueden tener en preparatoria), y porque si bien había coleccionado a sus 16 años novios, ninguno la había hecho feliz, además de que basaba todas las relaciones con el sexo opuesto en su aspecto. Sin embargo, para qué negarlo, ella me ayudó mucho a confiar en mí, en mi cuerpo, en mi carisma y obviamente, en mi cerebro. Así que echándole un poquito de ganas al aspecto físico, maquillaje (que ella me enseñó cómo ponerme), y a mi capacidad de entablar conversaciones sobre casi cualquier tema (excepto novios, obviamente), poco a poco iba saliendo del caparazón.
En esas andaba cuando por otro lado, mi mejor amiga, que no iba en mi escuela, me invitó a casa de sus abuelos, me parece, en un pequeño pueblo de Hidalgo, para festejar el cumpleaños de su hermano, y más chicos de nuestra edad irían. El permiso fue difícil de negociar porque creo que mi mamá pensaba (ilusamente) que yo era una máquina provocadora de deseos sexuales (todas las mamás creen que sus hijos son perfectos), o que seguramente me embriagaría… pero para esos años, si bien probaba la cerveza, no pasaba a mayores.
Bueno, llegamos a la casa, y ahí, me explicaron que todos sus amigos se quedarían en un lugar para acampar como a diez kilómetros, así que como era temprano, podíamos ir, pasar con ellos el resto del día y regresar a dormir en una cama calientita.
Puede parecer lo contrario, pero cuando estoy entre pura gente que no conozco, me sale el lado tímido, y me cuesta trabajo desenvolverme, aún a mis 28, a diferencia de cuando estoy con mi círculo de amigos. Así que al llegar, y encontrarme chicos que iban desde nuestra edad hasta los 22 años, que para mí se oía a toda una vida de experiencia, prácticamente me quedé muda. Se sentaron bajo un cobertizo al aire libre a platicar de todo, a tomar cerveza, a jugar botella de besos (en la que yo no participé, pues como dije, apenas estaba en proceso de salir del caparazón, pero todavía me faltaba mucho), y a hacer cualquier cosa que los adolescentes hagan. De pronto algún alma caritativa me preguntaba algo a mí y yo contestaba, pero nada más. Poco a poco me fui soltando e integrando al grupo y me sentí más relajada, y la tarde fluyó bien, tan bien que no nos dimos cuenta de que ya era de noche, hasta que se soltó un aguacero de esos memorables y mi amiga dijo “ya no podemos subir a casa de mis abuelos, ya no hay camiones”. Yo me quedé pasmada. Nunca había dormido a la intemperie, menos sin sleeping bag, y sin tienda de campaña, y lo más parecido a un lugar dónde dormir era un cobertizo con una pequeña división aparte, como un cuartucho de tres paredes. Honestamente me habría puesto como fiera, pero me daba pena hacer un numerito frente a tantos desconocidos.
Así pues, la noche siguió su camino y por cosas del destino (que ahora entiendo que no son tan del destino), un chico que ella conocía se quedó platicando con ella y otro, amigo de éste, conmigo, y tampoco traían casa de campaña, pero uno sí tenía un sleeping. Los dos me cayeron bien, ninguno era la persona más agraciada del mundo, pero en esos momentos tampoco yo.
Después de que un chico se embriagó y se echó a correr por el bosque y todos tuvimos que salir a buscarlo (yo no sabía que había borrachos mala-copa), y que obviamente quedamos empapados hasta los huesos ya que lo encontramos… regresamos a nuestro intento de refugio, con la diferencia de que yo estaba temblando y a punto de llorar por el frío, la lluvia y no tener una cama. Los dos chicos nos dijeron que nos fuéramos al cuartucho, y el que llevaba el sleeping lo sacó para que todos nos tapáramos.
Con el pretexto de ayudarme a entrar en calor, mi “acompañante”, evidentemente me abrazó. Bueno… entre la lluvia que azotaba contra el techo de creo que tejas como si se fuera a caer, los truenos, el aire que entraba porque el cuartucho que estaba completamente expuesto, un sleeping que apenas tapaba a cuatro, y la luz ya apagada, que al estar en bosque no dejaba ver absolutamente nada… después de un rato, en el que se me bajó el berrinche, como si me oyera… empecé a sentir unas manos que misteriosamente no estaban frías, primero sobre mi ropa… y que creo que por el frío no rechacé, poco a poco, fueron pasando bajo mi blusa y mi cintura, mientras su cara se pegaba cada vez más a la mía. Mejilla con mejilla, besos en la mejilla, en la frente, y pronto en los labios. De nuevo, pensando en frío, no sé si hubiera aceptado en otras condiciones sus caricias (porque no le correspondí, excepto en los besos, entre los nervios, el frío, y el berrinche), pero tampoco supe o quise decir que no. Honestamente no lo sé, porque tengo muy clara esa noche y no sentí (por triste que se lea) ninguna excitación. Sin embargo, tampoco se sentía mal.
En fin, fue la primera vez que sentí unas manos sobre mis senos desnudos, en la entrepierna, en la cintura, en la espalda, y el cuerpo de alguien más tan endemoniadamente cerca. No sabía si me gustaba o no, pero sabiendo yo que eso que pasaba era completamente normal, me di la oportunidad de seguir sintiendo, aunque la idea de tocarlo yo a él, en ese momento me incomodaba. Obviamente no le dije que eso nunca había pasado antes en mi vida… la idea de quedar como una idiota me seguía molestando (Aunque de todos modos lo debe haber pensado, siendo sinceros… lo que es tanto motivo de quejas de parte de los hombres. En palabras de un amigo “no hay nada peor, más frustrante y más mata-pasiones que estar moviendo cielo, mar y tierra con una vieja, y que se quede tiesa, como muñeca inflable, que no haga nada”; que más adelante escuché de muchos otros más amigos). Así que el chico en cuestión, debe haber pensado en efecto que era mi primera vez haciendo eso (o que alguien me hacía eso), que era frígida, o que era una estúpida… y ninguna de las tres me habría hecho gracia en ese momento… ahora hasta me río…seguramente si hubiera habido luz y hubiera visto mi cara entre asustada, nerviosa y queriendo hacer como que no era así, se habría muero de risa, y de nuevo me cuesta trabajo concebir todas las cosas estúpidas que le pasan a uno por la cabeza cuando es adolescente.
Después de un rato en esos menesteres, en los que no sé si el cansancio nos ganó, o se desesperó, o tuvo lo que quería que habría sido sencillamente tocarme, nos quedamos dormidos.
Al día siguiente volvimos a casa de los abuelos de mi amiga, a donde más tarde llegaron los chicos. Me sentí rara a lado de éste, pero no mal. Diferente… no quería que me tocara de nuevo.
Lo único que entendí en ese momento, comparando los besos con el príncipe, es que si no me acababa de gustar alguien, los besos o caricias que me hicieran, definitivamente no me sabrían igual… traducido: no me prenderían. Así que… el consejo de hoy, para las chicas, es que si de plano el chico les cae bien pero no sienten química, no se hagan tontas, porque así sea un Valentino, se caiga de bueno, exhale feromonas y mensajes subliminales de “cumpliré todas tus fantasías”, no van a sentir cosquillitas en ninguna de las bases del juego (besos, faje, sexo oral, acostón, o lo que quieran), y chicos… pues… hablando por mí, si una chica ni siquiera los abraza cuando tratan de sacar sus mejores “dotes”… mejor ni le muevan, tal vez le falte carácter como a mí en ese momento para decir que no… a menos claro, que la chica no sepa ni qué onda o de plano no le de ganas seguir el juego… que es raro, pero pasa.
Por no decir que no, no me arrepiento, no me la pasé mal, pero tampoco lo disfruté, lo que sí, que es un dato muy importante, fue que me di cuenta de que con un encuentro así, no pasaba absolutamente nada. Nadie se embaraza, a nadie le salen barros, a nadie se les cae los dientes, o lo que quieran… un paso muy importante en la vida de todos los adolescentes (aunque en muchos fue antes que en mi caso), es perderle el miedo al contacto físico, experimentarlo, ver que en efecto no pasa nada.
Pero bueno… de nuevo, a partir de aquí, empieza una nueva etapa… Una etapa de contactos poco o mucho más arriesgados… que eventualmente suben de temperatura… y que se habría retrasado más si no me daba la oportunidad de sentir, experimentar y de constar en carne propia, que ese tipo de contacto físico tampoco te quema… y que con un poco de práctica y paciencia, acaba sintiéndose genial (inclusive antes de empezar la vida sexual).

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miércoles, 20 de enero de 2010

Hay que relacionar la autoestima con el sexo... desde el principio

Y el principio son los besos, las miradas, la excitación, las caricias "inocentes", los toqueteos...
Digan lo que digan, la autoestima está íntimamente ligada con el sexo. Tal vez no del sexo como tal, pero sí de poder conseguir a la persona que a ti te guste. O de que en su defecto, te convenzan a ti.
El asunto es que si una niña de 15 o 16 años que no es muy agraciada físicamente, además tiene síndrome de hija única (consentida, caprichosa, y por lo mismo, hace un poco complicadas sus relaciones sociales en general), y ésto junto a todos sus deseos de encontrar a un hombre perfecto (con el estándar que esto tiene), pero a la vez con los defectos (y complejos) que ella tiene, dicha misión se vuelve muy difícil.
Ya hablamos de los 16 años en los que había logrado alcanzar los 38 kilos de peso (cuatro kilos en mi caso era como si alguien gordo bajara veinte), y que gracias a una amiga de la escuela, había aprendido a medianamente arreglarme… no para embellecerme, pero sí para sacar un poco de partido a mis pocos atributos… que creo yo que eran el cabello, los ojos, la cintura y la piel, y a dejar de ocultar mi femineidad… aún estaba en pasos accidentados y lejanos de mi primer novio o relación sexual (o ambas, porque no siempre van de la mano).
Para esta edad… después del “trauma” de inicio de la preparatoria, incluyendo algunos apodos que no pienso repetir aquí, ya era una experta… no me daba miedo caminar por la escuela, hasta las lejanas canchas, ni tampoco juntarme en su mayoría con chicos (porque inclusive desde esa edad, para qué hacerme pato, nunca le he caído bien a las mujeres), y después de algunos besos con el príncipe, que provocó que en efecto creyera que alguien que no midiera medio metro y fuera de Plutón pudiera fijarse en mí, al menos mi semblante había cambiado. Caminaba derecha, sonreía cuando alguien me miraba, y me costaba menos trabajo hacer amigos. Entre ellos Fernando y Daniel. Los dos en actividades extracurriculares como yo, que eran perfectas para que coincidiéramos y después nos fuéramos a comer papas, a tirarnos como lagartijas al sol, o a pasar el rato hablando de tonterías. Uno, con hermosos ojos azules… y el otro, el más popular de la escuela, alto, escultural, con mirada de niño travieso, que con una mirada, tenía de cabeza a todas las niñas. Con el primero… había un problema… mis amigos podían darse cuenta de que me gustaba y mi “seguridad” no daba tanto aún como para aguantar chismes… con el otro, el problema precisamente era que toda la escuela estaba de cabeza por él… volar muy alto. Así que me resigné a que sólo sería amiga de los dos. Amiga, pero con esos ojitos azules, o con los abrazos jugando del otro, pues nadie podía quejarse, y seguía siendo la envidia de más de una.
Resultó que con el primero, la inseguridad me ganó y antes de que se notara que me ponía a tartamudear en su presencia, decidí distanciarme lo suficiente como para controlar mi estúpido lenguaje corporal, y con el segundo, una pelea estúpida fue la que se encargó de separarnos.
El tiempo pasó, los dos dejaron de traerme como estúpida, y me reincorporé a sus vidas, de nuevo, como amiga. Ya cuando pude controlar mi risa infundada, el color rojo de mis mejillas y las manos sudorosas, pude de nuevo platicar con Fernando… meses después de que (aunque me esforcé en ocultarlo) fuera comidilla que “nos” gustábamos.
Un día nos encontrábamos esperando a que salieran otros amigos de clase para ir a no-sé-dónde, y la plática llevó a cómo nos conocimos, y a cómo comenzamos a tratarnos… de pronto, después de intercambiar algunas oraciones, se quedó pensativo y mirando al aire dijo algo que necesito transcribir “Me acuerdo cómo hacías perfecto lo que la maestra te pedía… tu memoria, cómo te gustaba la actividad extracurricular y siempre llegabas de buen humor… me deslumbraste, pero como pensé que yo nunca te gustaría, mejor me alejé”. Sobra decir que me quedé completamente muda, que no supe qué decir y que tuve sentimientos encontrados… entre que por aquellas fechas él me traía a mí exactamente igual, y que era la primera vez en mi vida que alguien me decía algo medianamente parecido… no dije nada, y salieron los amigos que esperábamos.
Poco después, Daniel se hizo amigo de Alejandra, una de mis mejores amigas, y ahora ellos eran los que andaban de uña y mugre por toda la escuela. Un día llegó Alejandra muy seria para decirme que tenía un “chismesote”. El chisme fue tan relevante que de nuevo me atrevo a transcribirlo: “¿Te acuerdas que Daniel y tú se la pasaban juntos todo el día, en los talleres, en las canchas y comiendo? ¿Ves el día que se pelearon porque creíste que no te estaba diciendo la verdad sobre… ? Ese día él te iba a pedir que fueras su novia… me lo acaba de contar”. La sorpresa con él fue mucho más grande que con Fernando, que a fin de cuentas, aunque tenía los ojitos azules era “más normal”. ¡Daniel era el más guapo y sexy de toda la escuela! No acababa de creerlo, no por ella, sino por mí. La fuente era confiable y súbitamente entendí por qué su molestia exagerada cuando discutimos. Evidentemente me dolió mucho que por algo estúpido eso no ocurriera pero por otro lado la gran interrogante estaba en mi cabeza: ¿Yooooooooooooo? Más sabiendo que había niñas en verdad lindas que se morían por él. Lindas, femeninas, con curvas, buenas (hablando del cuerpo) y que podía tener de novia a quien se le viniera en gana.
Llegué enojada a casa ese día pensando cómo perdí esa oportunidad (de la que yo no había sabido nada hasta ese día), pero después de meses de pegarle a las almohadas, me cayó un veinte muy importante… a los dos les gusté por ser yo. Por no andar preocupándome por cómo me veía o lo que decía frente a ellos, ni de si mi personalidad era muy freak o no… Tal vez mi resignación a que nunca me harían caso me hizo mostrarme sin tapujos, me permitió escucharlos y acercarme a ellos.
El caso con ellos es que no fue que no fuera femenina o estuviera buena… sino que la idea de ser amiga suya me hizo acercarme a ellos con tranquilidad, sin deseos de impresionar o de quedar bien, y eso permitió que todo fluyera de manera natural. Que se dieran el tiempo de conocerme, así como yo me di el tiempo de conocerlos.
Así que bueno… resultó que al final… uno (hombre o mujer) sí puede tener a la persona que quiera, aunque en mi caso esto no haya aplicado del todo. Y cuando te das cuenta… y tienes menos miedo de mostrarte como eres, y te atreves a hacer a un lado tus inseguridades, algo pasa, pero la gente voltea a verte, se pregunta quién eres, qué te gusta, por qué caminas como lo haces, así peses 38 kilos, tengas un satélite en la boca y te guste música que poca gente escucha. Y cuando te das cuenta de todo el potencial que tienes dentro… también se va asomando tu sex appeal… eres capaz de besar, de ser besado, de sentirte bien haciéndolo… y de fomentar que te toquen… tal vez apenas un hombro, la cintura, el cabello, pero éstos son igual, los primeros pasos para el contacto físico un poco más “agresivo”, tal vez un faje (peeting) o relaciones sexuales. Y entre menos te da miedo recibir esos cariñitos, caricias, apapachos, es más fácil que lo que sigue venga naturalmente.
Por ende, mientras más seguro esté uno de sí mismo y de lo que puede conseguir, lo demás va cayendo por su propio peso… y desde ese momento, comencé a confiar un poco más en mi potencial, y en que en efecto podía ser que tal vez, yo tuviera “algo”.
Esta entrada no es meramente sexual… pero en verdad, sobre todo para los lectores jóvenes, me pareció un paréntesis importante, para que se den cuenta de que (aunque no se lo crean a sus papás), todo está en la mente, y en la misma mente estará en su momento disfrutar y tener una vida sexual plena... a la que eventualmente iré llegando en este blog.

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lunes, 18 de enero de 2010

¿Con o sin lengua?

Definitivamente no hay reglas en cuanto a lo que es primero. Si la primera regla o el primer beso, y si el primer beso es con lengua o sin lengua. En mi caso, primero me bajó, luego vi que aunque pobres, mis senos y cadera se ensanchaban (muy lentamente), y luego de ahí… poco a poco comencé a romper el hielo con los chicos.
La culpa la tiene Disney. Pensaba (y aunque me cueste trabajo aceptarlo: quería) que mi primer novio fuera como el príncipe Felipe, o como Erick, el de la sirenita, de perdida: guapísimo, valiente, protector, inteligente, sensible, caballeroso, simpático y romántico... entre otras “pequeñas” cosillas. Así que en la prepa… además de que mi rezago de desarrollo era evidente en comparación con cualquier niña de mi salón, obviamente también lo era para tratar al sexo opuesto, y no digamos para comprender que Felipe y Erick no existen y que debieron en su momento ser la creación de una niña-en-vías-de-ser-mujer igual de desubicada que yo. Así que bueno… pensaba que el primer gran amor (e ingenuamente que el único), debería de cumplir todos esos requisitos y que todo nuestro amor se sellaría por siempre en un hermoso beso en un atardecer a lado de un lago con la luna de testigo… o bueno, de menos con un beso. Pero… ¡oh problema! ¿Cómo sabría besarlo de vuelta? En aquellas épocas, lamentando decepcionar a los caballeros, las niñas no practicaban los besos con las niñas… y las películas sólo me asustaban porque todos los besos eran apasionados, con ella inclinando un poco hacia atrás su cabeza, con los ojos cerrados y rodeando con sus brazos al apuesto príncipe, quien tomaba apasionadamente la cintura de la damisela, se inclinaba hacia ella y cerraba los ojos, acompañado todo de un movimiento de mejillas bastante complicado, que a mi parecer incluía una especie de masaje labial y acrobacias con la lengua… sin olvidar que cada uno mecía la cabeza hacia el lado opuesto. Parecía toda una coreografía de ballet de las más complicadas… sin ensayo previo. Ya me veía yo con un Felipe a punto de besarme y decirle “¿podemos ensayar primero?”, o “¿Me explicas la teoría?”… pero ¡NO! Jamás se dice ni dices que no sabes besar y que no te han besado antes. ¿Quieres quedar como la niña tonta a la que nadie le hace caso o sin experiencia? ¿Qué pasaría si a tus longevísimos quince años alguien se entera que lo único que has hecho con pseudo-novios (de diez, once, o doce años) han sido besitos de piquito? Y como los besos entre los padres ¡jamás! nos resultan atractivos… eso de preguntarles la ciencia y el arte de besar termina siendo hasta repugnante…
Y falta otro problema de mencionar…¡mis frenos! Mi boca hubiera podido ser un excelente satélite para la compañía de celulares más grande del país sin problema alguno. ¿Qué tal si le arañaba los preciosos labios a Erick? ¿Qué tal si me acercaba con mucha brusquedad y lo golpeaba? ¿Qué tal si me cortaba yo?
A los doce años, más o menos, una amiga me dijo que a su hermana mayor (a eso de los 14) le habían dado su primer beso y que el chico le metió la lengua a su boca. En ese momento me dio asco, me pareció asqueroso… y para colmo pensé que todos, absolutamente todos los besos eran así.
Bueno… pues el príncipe no estaba en mi escuela… todos tenían un defecto (es irónico cómo los defectos del “otro” son los que cuentan, sin importar todos los tuyos, o tus complejos), así el defecto fueran sus amigos, un promedio perfecto (sobre todo si el tuyo no lo es), o que es muy callado, o muy extrovertido. No… no había príncipes en la escuela. Y el uno y otro que parecían tener potencial de príncipes, obviamente tenían novia, que sí tenía senos, pompas, cintura, y se maquillaba (y peor aún: sabía maquillarse). Así que la opción, según mi mejor amiga y yo, fue conocer gente… en fiestas. Y sí… conocer a Felipe en una fiesta suena completa y ridículamente absurdo, pero esas eran mis ideas románticas. Espero que alguna lectora pueda hacerme sentir que no fui la única así de perdida.
No me había animado… pero déjenme describirme a mis aborrecentes quince años. Y es porque es un buen paréntesis para el siguiente párrafo. No tenía anemia, anorexia ni bulimia (porque era de mal gusto estar flaco, la onda era estar “buena”, y pesaba unos pobres y miserables 34 kilos… aunque no me lo crean. El peso de un niño de 10 años. Me habían zampado cuantas vitaminas y dietas existieran, pero no servían para un carajo, ni un gramo… y después de exámenes, resultó que ni bichos ni problemas hormonales, pero esos 34 kilos con la estatura que tengo desde aquel entonces, tal vez 4 centímetros menos, pero seguro ya pasaba el 1.55. Pueden entonces adivinar mi hermosa carencia de curvas… Tenía la piel tan blanca… mala herencia europea, que en lugar de verme exótica, me daba un aire enfermo, calavérico, y más en combinación con mi peso. Obviamente se me veían los pies y las manos grandes. Tenía pecas… (que por suerte ya se fueron), y usaba braquets (con súper sexy ligas de colores), y frenos de caballo, pero esos, obviamente, no me los llevaba a la escuela. Toda una belleza.
Bueno pues… para no hacer el cuento largo vamos a las soluciones desesperadas. Resultó que con unos jeans súper ajustados (que creo que me trajeron del Gabacho), una blusa ombliguera (que creo que era talla infantil), un bra push-up (para apretar y por consiguiente que se te vean más los senos), y botas (para que no se me vieran los pies flacuchos y grandes), además, obviamente, de unas dos horas de maquillaje: ojos, boca, pómulos, etc., lograba verme de 16 años. ¡De mi edad! Todo un descubrimiento. Mi amiga me hizo ver que (aunque en pequeña proporción) tenía lo que tenía que tener, y que con algo de maquillaje… éste podía hacer maravillas (sigo pensando en eso aunque normalmente no lo admito). Así que bueno… con tantos trucos, resultó que en el espejo, ya no era tan fea ni un fenómeno… y que tal vez, el príncipe sí podría hacerme caso.
Y bueno, en una fiesta, en la que no conocía absolutamente nadie… por cosas del destino, me animé a retar miradas una y otra vez con un posible príncipe… muy como es mi gusto, y ese sí me lo reservo, pero el muchachón no estaba de nada mal ver. En condiciones normales jamás lo habría hecho, pero como iba “disfrazada”, me sentía mucho más libre, como que actuaba a ser alguien mayor por una noche, mayor, con mejores formas, más segura, y sexy. Y bueno… casi me desmayo cuando después de un rato, se me perdió de vista el príncipe, y que apenas volteo a mi izquierda para buscar a mi amiga lo tengo de pie a lado mío, sonriéndome. Bendito maquillaje. Ocultó que me puse yo creo que hasta verde. Y más encantador resultó cuando me enteré de que no tenía 15 ni 16. ¡Tenía 19! Una cosa llevó a la otra, estuvimos platicando… de las tonterías que uno platica a esa edad, bailando, cantando y haciendo todo lo que hace uno por lucirse (claro: sin exponerse a hacer el ridículo). Después de un rato nos sentamos… y recargué mi cabeza en sus piernas… de hecho tratando de evitar ese primer encuentro, pero cuando volteo para verlo… sus labios estaban textualmente encima de los míos, pero su lengua no estaba en su boca… y ¡yo no supe que hacer! ¿Abro más la boca? ¿La cierro? ¿Me pongo tiesa, me relajo? ¿Qué demonios hago? Por inercia traté de hacerme para atrás, pero con la cabeza en sus piernas, me resultaba difícil. Aún no recuerdo qué hice con mis manos… o si hice algo, en primera. Cuando la incomodidad, no por el beso en sí, sino por estar haciendo yo el ridículo me venció… cerré un poco la boca, dándole un ligero mordisco en la lengua, que creo que no lo lastimó, pero en efecto sirvió para que se separara. Y me sentí como nueva… porque no me vio con cara de “eres pésima besando” (aunque si yo fuera él, honestamente habría pensado eso), y descansé del miedo al ridículo… además de tener una boca que ya ¡sabía lo que era un beso!
No sabía si habría otra… pero para mí (esa noche) él sí fue un príncipe, y aunque de mi parte fue patético, si fue un genial primer beso. Y bueno… en aquello de la teoría… la práctica hace al maestro.
Sigo pensando en que pese a mi “arreglo”, yo no era para tanto… pero el asunto es que por primera vez, alguien que me gustaba, también sentía interés por mí… y lo sostengo porque después de eso, salimos un par de veces (aunque ni yo lo creyera), pero como dice Michael Ende… eso es otra historia y será contada en otra ocasión.

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La primera regla... o cuando te baja

Obviamente, si hablo de que siempre fui la más bajita y delgada de toda la primaria y secundaria… no podemos sospechar ni remotamente que haya sido la primera en tener el período. Era bastante incómodo cuando las niñas (porque, si recordamos, en la secundaria, las niñas en su mayoría se juntan con niñas y los niños con niños), con las que pasaba el día, hablaban de sus días, de cólicos, de si se les notaba la toalla sanitaria, de si manchaban su falda o no, y que yo no tuviera ni idea al respecto.
Sabía que eso pasaría eventualmente, pero, tal como los senos en la primaria, que no se me desarrollaban (y que en la secundaria seguían muy pobres), pensaba que a los 35 años iba a ser estudiada por científicos como la niña a la que nunca le bajó. Carente de curvas, completamente inactractiva para el sexo opuesto, bastante insegura por mis no-curvas, mi no-regla y por mi tamaño, pues, como siempre me asociaban con algún cerebrito que entró a los 9 o 10 años a secundaria, me trataban más bien como la mascota, o alguien a quien tenían que cuidar, mucho menor que ellos, cosa que distaba mucho de la realidad, y que yo odiaba. No me sentía una mujer, ni en camino a serlo, y de la misma manera sentía que nunca sería atractiva para nadie, aunque pensando esto más a fondo, no sería tan grave porque con aquello de los besos y cosas que hacían los de tercero… me daba cuenta de que a los pocos niños que me gustaban, me gustaba verlos… nada más. Es evidente que si alguno me llegaba a abrazar (jugando), mi reacción fuera ante todo de incomodidad, pero por no entender ni saber manejar las funciones de mi cuerpo, todos esos instintos tan asociados al coqueteo y al final (aunque no lo practiquemos hasta después), al sexo.
Finalmente, entre todas esas cosas que absorbían mi existencia, y que trataba de no pensar en ellas jugando en el parque, en la bicicleta o como fuera, para no enfrentar mi “cruel” realidad, un día llegué a casa y sí tenía la ropa interior sucia. Pero… ¿qué significaba? ¿ya no era una niña? ¿ya no iba a estar bien que viera caricaturas y jugara con juguetes? ¿me tendría que vestir diferente? ¿usar maquillaje? ¿depilarme las cejas? ¡NOOOOOO! Quería crecer pero no quería dejar de ser yo. Y esa idea me pareció tan aterradora que me puse a llorar como estúpida. Dejar de ser uno mismo… sería tan estúpido como cambiar de sexo por un corte de cabello… pero sí, era aterrador… Tanto que no le dije a mi mamá hasta el tercer día. Por suerte alguna vez en la escuela nos regalaron toallas sanitarias, que en ese momento tampoco era suerte porque ¡era una vergüenza cargar el paquetito frente a los niños! Ni siquiera recuerdo que hayan molestado a alguna niña por eso, pero en nuestra mente, así era. Esa vez no tuve que pasar por el terror de la tienda para comprar toallas. Resultó después… que no me volvió a bajar hasta seis meses después… entonces ¿por qué sangré? ¿tengo un tumor? ¿me voy a morir? ¿estoy enferma? ¿sólo me va a bajar una vez en la vida y seguiré siendo un fenómeno? ¿qué será de mí? Dudas… más dudas. La idea de un tumor, o de tener un aparato reproductor disfuncional me asustó y preocupó tanto que ni siquiera le dije a mi mamá que no me había vuelto a bajar. ¡A nadie!
Algunos años después, leyendo, resultó que en algunos casos, como los ovarios apenas comienzan a funcionar, es completamente normal que las primeras veces sean esporádicas… pero en ese momento no lo era. Y tampoco quería preguntar… porque por alguna extraña razón, a la mayoría de las niñas, los cambios relacionados con su cuerpo las apenan. Ahora entiendo que mi infundada vergüenza igual era normal. También sabría que a las niñas que les crecían los senos (no como a mí), les daba pena mostrarlos y usar brassiere, y también sabría que a algunas otras niñas les pasó lo mismo que a mí con la regla… pero si no a todas, a la gran mayoría les causaba incomodidad hablar del tamaño de sus senos, del tamaño de sus caderas y sus pompas, de la frecuencia y flujo de su período, de marcas de toallas sanitarias, de el uso de brassiere y otro tipo de ropa interior, más ajustada, para que la toalla se quede donde va, y ya no digamos de tampones, que a la fecha siguen siendo un tema controversial para muchas chicas… algunas hasta piensan que por usarlos perderán la virginidad…
Y bueno, falta el terror de ir a comprar las toallas sanitarias. Pedirlas en la farmacia a una señora o a un muchacho, es lo peor que te puede pasar. Es difícil sostenerles la mirada, o pedir lo que tienes que pedir (que después llega a suceder con los condones). Y en el súper… te formas media hora para que te atienda una cajera, y justo cuando te toca a ti, hacen corte de caja y entonces toma la máquina registradora un muchacho. No te ve, no le importa, pero sientes que su mirada va directo a las toallas sanitarias y luego a ti, que las escudriña y te escudriña, y luego que con la mirada te pregunta si es la marca adecuada, hace cuánto te bajó y qué se siente… Y tomas tu bolsa y sales corriendo pensando “¡No te importa! ¡No te importa!”, como si te oyera…
Así que no hay para dónde con las dudas… si tienes cadera no quieres tenerla porque te sientes incómoda con las primeras miradas de los chicos… si no tienes cadera, envidias a quienes la tienen porque no atraes la mirada de los chicos. Si tienes senos, no quieres que te los vean, si no tienes, los envidias. Si te baja antes de la edad normal (11-13 años), sientes que se te quitó un cacho de infancia y te sientes fuera de lugar hasta en tu salón de primaria, si no te baja, sientes que no te bajará nunca y que eres un fenómeno. Si usas ropa interior “sexy”, sientes que no es propia para ti, te sientes incómoda; si usas ropa interior de niña, te sientes estúpida…
Años después entendí que en cualquiera de los casos me habría sentido igual de extraña y tan fuera de lugar que como me sentí.

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